La suerte está echada. Pedro Sánchez llega a la carrera electoral en mejores condiciones que sus rivales. Cuando un país no sufre las dentelladas de una crisis económica -eso puede que venga el año que viene- estar en el centro del poder es un plus. Basta con analizar lo sucedido hace unos días con la televisión pública interrumpiendo la programación para facilitar el primer mitin de campaña de Sánchez para comprender que de aquí al 10 de Noviembre nos esperan días de uso y abuso de lo público a favor de una opción de partido. En éste caso el PSOE. Y no es únicamente la televisión. Son los diversos recursos del Estado puestos al servicio del culto a la personalidad del líder. Lo veremos la próxima semana en la Naciones Unidas y en las calles de Nueva York. Sánchez tiene más cerca a sus asesores que a sus ministros. Vive de la imagen y para la imagen. Y hay que reconocer que llena el papel. Es un actor capaz de adaptarse al guión del momento.
En la amable entrevista que le hicieron en la Sexta inauguró un relato en el que de no haber sido testigos de su idilio durante tantos meses con Podemos (era el "socio preferente"), habríamos concluido que a Pablo Iglesias casi ni le conocía. Del mismo partido al que le había ofrecido en el mes de julio hacerse cargo de una vicepresidencia y tres ministerios llegó a decir sin parpadear que no habría podido dormir sí algún dirigente de Podemos hubiera sido ministro de Hacienda o Sanidad. El genuino Pedro Sánchez. El que no se corta un pelo diciendo hoy una cosa y mañana la contraria.
Todo vale porque juega con la ventaja de que sus rivales están mal políticamente hablando. En la derecha porque son tres partidos y comparecen divididos y a su izquierda porque el universo de Podemos se está descomponiendo. De Pablo Iglesias con quien meses atrás Sánchez firmó acuerdos importantes (entre otros el salario mínimo), insistió en que no era persona de quien uno pudiera fiarse. Jugando con la conocida desmemoria de la gente llegó a decir que la iniciativa de la moción de censura que tumbó a Rajoy y le instaló a él en La Moncloa había sido cosa del PSOE. Como si no supiera toda España que quien urdió la trama y aunó voluntades contrarias al Gobierno del Partido Popular fue Pablo Iglesias. En fin, como actor, Pedro Sánchez, no tiene ahora mismo rival sobre el escenario de la política nacional. Según apuntan los sociólogos, en nuestro país, alrededor de dos millones de votantes van por la vida escasos de ideología y dejándose guiar por las apariencias. Y están enganchados a la televisión. En eso confían los asesores de Sánchez que llevan meses trabajando en el guión del relato de las elecciones del 10 de Noviembre.
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Fermín Bocos