El zasca de Robert Moreno a Luis Enrique, sucesor y sucedido como entrenador de la selección española de fútbol, ocupa lugares de privilegio en los medios: “Si yo no hubiera seguido, ahora él no sería ahora el seleccionador”. Claro, si Moreno también hubiera renunciado “irrevocablemente”, la Federación habría fichado a otro entrenador, pero no con carácter interino, como sí fue en el caso del segundo de Luis Enrique.
O sea, que le estuvo calentando la silla. Y el pago recibido es una acusación de deslealtad. De ello se dolió públicamente Moreno en la tarde del jueves: “Ha dicho cosas que no merezco”. Fue una comparecencia sin preguntas. “Por no incurrir en reproches”, vino a decir. Excusa vacía, por supuesto, cuando los reproches de ida y vuelta han sido la materia prima del culebrón. Eso es lo reprochable en ambos. Robert Moreno y Luis Enrique no tienen ningún derecho a recostarse en los ciudadanos en general y en los aficionados al fútbol en particular, para ventilar unos problemas personales que solo a ellos conciernen.
Si la selección española de fútbol empobrece su rendimiento o empeora sus resultados por culpa de un problema personal, procede cambiar de entrenador. El ejemplo lo tenemos en el propio paso atrás de Luis Enrique, afectivamente roto por la pérdida de un ser querido. Tomó las riendas su segundo, no se frenó la buena marcha del equipo y los medios guardaron un respetuoso silencio sobre ese problema personal.
También ahora se podían haber ahorrado los protagonistas del culebrón la exposición pública de su choque de egos. Así las cosas, los medios no han tenido más remedio que tomar partido en un asunto de salsa rosa, ajeno a la información deportiva.
En estos casos el resorte argumental es el de la “credibilidad”. Entre los opinadores del mundo deportivo esa batalla parece inclinarse a favor de Moreno y su negación de las acusaciones de “desleal” que le ha dedicado la contraparte del culebrón. Lo cual no le ha impedido mostrarse agradecido a Luis Enrique, a cuya sombra ha crecido como entrenador y de quien dice haber aprendido mucho durante los nueve años en los que trabajaron juntos.
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