Tanto ruido para tan pocas nueces. Se han apagado las luces de las salas de reunión al tiempo que los reporteros de la televisión apagaban sus cámaras dejando en el aire y para el recuerdo las imágenes del fracaso de la 25 Cumbre del Clima. Ningún compromiso serio ha sido firmado. Lo ha reconocido el secretario general de la ONU, Antonio Guterres y la misma o parecida decepción se desprende de las declaraciones de Carolina Schmidt, la presidenta chilena de la Cumbre celebrada en Madrid. Si los políticos hablan de decepción los científicos diagnostican un fracaso sin paliativos. Cómo será la cosa que Pedro Sánchez que en la inauguración del evento había desplazado al Rey Felipe VI asumiendo el protagonismo de la apertura como país anfitrión, en la clausura, optó por un perfil bajo.
Por llamar a las cosas por su nombre hay que decir que la ministra Teresa Ribera hizo lo imposible durante las sesiones de trabajo interviniendo en diversos paneles con expertos y políticos. Pero la Cumbre se inició lastrada por la ausencia de representantes de peso de los países que más contaminan: China, Estados Unidos, Rusia y la India. A partir de ahí todo se ha quedado en palabras. Los asistentes han reconocido el buen hacer de España al organizar la Cumbre en tres semanas mientras que Chile, el país que por razones de inestabilidad había declinado ser la sede del encuentro, había tenido dos años. Algunas empresas se han comprometido a participar en los cambios de modelos productivos que permitirán rebajar las dependencias de los combustibles fósiles y otras le han puesto fecha al fin del uso del carbón. Y poco más.
Todo se aplaza ahora hasta la próxima cita para dentro de dos años en Glasgow (Escocia). De un fracaso también se pueden obtener conclusiones positivas. Cada vez hay menos políticos que nieguen el cambio climático, pero no abundan los que ponen en marcha y financian las medidas para frenar el incremento de la temperatura del planeta. No son soluciones sencillas de aplicar porque en algunos casos pasan por exigir a los países pobres en vías de desarrollo que renuncien al modelo de industrialización que ha permitido a los países ricos alcanzar sus niveles actuales de bienestar. Los expertos señalan el camino a seguir pero los políticos están ocupados en sus agendas internas de gobierno y en su intervenciones en este tipo de encuentros anuncian medidas que no las respaldan con partidas presupuestarias. Lástima de ocasión perdida. Una más.
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Fermín Bocos