Sánchez no es de fiar. Cómo será la cosa que hasta los negociadores de ERC -con Rufián a la cabeza- dan muestras de desconfianza hacia quien les pide la abstención en la investidura y exigen por escrito garantías de que cumplirá sus compromisos una vez esté ya atrincherado en La Moncloa. Hasta ése nivel ha llegado la convicción de que la palabra de Pedro Sánchez vale lo que en él dure la necesidad de mantenerla a la espera de obtener algún beneficio.
Todos sabemos cómo se ha llegado hasta aquí, pero sólo Sánchez sabe hasta dónde nos puede llevar su ambición porque lo único que a estas alturas el personal tiene claro es que se le ve dispuesto a pagar el precio que requieran los negociadores de ERC. Ha tomado la decisión de apostar por Podemos y el resto del partidos que formaron el polinomio que logró tumbar a Mariano Rajoy en una moción de censura porque la noche del las elecciones sufrió un ataque de pánico al percatarse de que el plebiscito que había montado repitiendo los comicios había resultado un fracaso -el PSOE perdió tres escaños y más de setecientos mil votos-. Era la lista más votada pero con Sánchez como cabeza el Partido Socialista volvía a caer por debajo incluso de los resultados obtenidos cuando Pérez Rubalcaba era quien mandaba en el partido.
Rubalcaba dimitió y Sánchez que ya sabía lo que era una defenestración a manos de los barones temió que le volvieran a señalar la puerta de salida de la sede de Ferraz. Por eso reaccionó con una rapidez que sorprendió a propios y extraños. Incluido Pablo Iglesias que no esperaba tan pronto una llamada para ofrecerle nada menos que una Vicepresidencia a cambio de apoyar al Gobierno socialista. Y no lo esperaba porque cuando se puso al teléfono todavía resonaban en sus oídos las duras palabras con las que Sánchez a lo largo de la campaña había señalado a Podemos y a él mismo como un peligro para la gobernación de España.
Iglesias desconfiaba de Sánchez y por eso le exigió firmar ante las cámaras de la televisión el documento en el que figuran la condiciones del pacto. Parece que algo similar piden ahora los negociadores de ERC. De momento Sánchez ya les ha concedido una de sus condiciones: que hablara con Quim Torra. Es sabido que el presidente de la “Generalitat” llevaba semanas intentándolo sin éxito. Sobre el resto de demandas de los separatistas -la excarcelación de los presos, el reconocimiento del derecho de autodeterminación, el referéndum, etc.- parece que están en ello. Hay quien dice que a tanto no se atreverá, pero nadie se atreve a apostar porque las negociaciones son secretas y con Sánchez, nunca se sabe.
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