“Orden más contra orden igual a desorden”. Este viejo aforismo resume el vaivén de la agenda del presidente del Gobierno. Todo el mundo sabe que Sánchez está maniatado por sus acuerdos con ERC, pero nos faltaba ver cómo los separatistas hacían ostentación de su poder apretando la cuerda. Todo a cuenta de la reunión con Torra anunciada para el 6 de febrero, posteriormente aplazada sine die a la espera de saber cuándo Torra convocaba elecciones y de nuevo confirmada en fecha y lugar tras una inopinada, y, según crónicas, intempestiva presencia en La Moncloa del separatista Rufián. Esquerra tiene la llave de los Presupuestos que Sánchez necesita para asegurar al menos los primeros dos años de legislatura. Y ya se sabe que quien tiene la silla alquilada no se sienta cuando quiere.
En política las formas cuentan porque dan cuenta del fondo de las cosas. Aprovechando la guerra que se traen los separatistas Sánchez creyó llegado el momento de un juego paralelo en la idea de que esa fractura podía aparejar una rebaja en las exigencias de ERC. Olvidó que para ellos apoyar al PSOE en Madrid es un hecho instrumental. Les sirve en cuanto subraya la debilidad parlamentaria de los socialistas y pueden aprovecharla para sus fines. Que no ocultan, al contrario, los proclaman, como hizo Junqueras en su comparecencia ante la surrealista comisión del Parlament que “investiga” ¡como si no supieran! por qué fue aplicado el 155 que legalmente permitió al Gobierno Rajoy, con el apoyo del PSOE, suspender temporalmente la autonomía. La presencia de Rufián en Moncloa fue una demostración de fuerza. Tienen a Sánchez atrapado y quieren que se note. Si Sánchez y su gurú Iván Redondo creen que la mejor táctica para domesticar al tigre es meterse con él en la jaula para convencerle de que se haga vegetariano, cometen un error. ERC que ya ha conseguido que el Gobierno admita que está dispuesto a promover una reforma exprés del Código Penal para rebajar la pena a los delitos de rebelión va a seguir ordeñando la vaca hasta que se seque. Van a lo suyo. Lo dijo una de sus diputadas: la gobernabilidad de España les importa un comino. El sainete no ha hecho más que empezar. ¡Pobre España!
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