El fallecimiento del cineasta José Luis Cuerda ha rescatado las últimas horas una de las muchas frases de su película de más popularidad, “Amanece que no es poco”. Cuando el alcalde interpretado por Rafael Alonso llega del brazo de una despampanante Bombi, el surrealista pueblo le recibe con loas. “¡Viva el munícipe por antonomasia!”, grita un lugareño. Poco después vuelve a exclamar “¡Alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario!”.
Desconozco si el director manchego meditó mucho o no la frase que destaco, da lo mismo, le salió redondo este gag metafísico. Cuerda era una especie de Voltaire rural, descreído y libertario en la línea de Rafael Azcona. Supongo que quiso denunciar la vanidad de los políticos siendo su personalidad inconformista y antisistema.
En esta frase hay dos conceptos fuertes de filosofía: necesidad y contingencia, dos ideas que compiten a lo largo de la historia del pensamiento en una lucha de titanes invisibles. Estos días las estoy enseñando a mis alumnos y alumnas de Primero de Bachillerato.
Contingencia es todo lo que ocurre, acaece y existe pero podría no haberlo hecho. Personas, hechos, cosas, poemas, canciones, ideas, estrellas y partículas atómicas son contingentes. Lo contingente aparece y tras pasar por la existencia se disuelve en la misma nada de la que salió. Frente a ella, se pavonea la necesidad. La necesidad es altiva porque obliga a existir, lo necesario siempre existe y existirá, nunca pudo haber no existido. La necesidad puede ser lógico-matemática por un lado y metafísica por otro. No podría ser que 2 + 2 no fuera 4 porque es algo necesario.
La necesidad hace imposible la nada y nos impone el ser. Parménides la vinculó a la razón, el pensamiento y el decir. El gran filósofo y santo para los católicos Tomás de Aquino identificó lo necesario con Dios.
Desde entonces, necesidad y contingencia dividen a los humanos en cobardes y valientes, a decir de Nietzsche. Como la emotiva ‘1917’, cavamos trincheras de necesidad para refugiarnos de lo impresivisible, azaroso y gratuito. En estas trincheras nos surtimos además de ideas como armas eternas, que postulamos como necesarias y eternas, desde Dios al Progreso, desde la igualdad a la justicia, el libre mercado a la lucha de clases o de géneros.
Nos gustaría que todo lo bueno del mundo fuera necesario. Desearíamos que un plan escrito en el cielo contuviera la sonrisa de nuestro bebé, la mirada de nuestro amor, la obra de arte más sublime, que nuestras vidas fueran eternas..pero no, no es así, todo es producto de la contigencia, del azar. Todo surge por casualidad y se esfuma de la existencia en un soplo de muerte.
Para el de Aquino, Dios no puede no existir. Algunos políticos españoles son endiosiados, se creen como Dios. Como este ministro con hechuras de maestro fresador que hace unos días afirmó: “Yo vine para quedarme y no me echa nadie”. Y de Dios a su hijo. El adanismo es uno de los muchos defectos de nuestros políticos actuales. Antes que ellos la nada. Y con ellos, la Creación. Muchos políticos piensan que son necesarios, que estaban predestinados. Lo hacen sin maldad, por fuerza de la costumbre y el olvido. Entraron como ninis becados en los cargos y durante un largo periodo de prácticas pagadas por la ciudadanía se han olvidado de las muchas mentiras, indignidades, traiciones y maldades contingentes que tuvieron que pasar para llegar a donde están.
El misterio de lo contingente, se traslada al concepto posible. Todo es posible en Almería de la mano de nuestros políticos ‘necesarios’: que levanten una mole de hormigón junto al principal monumento de la ciudad, que quiten 21 árboles y un monumento para hacer fiestas y conciertos; que levanten obras en el mismo lugar apenas años después de otra anterior, que hagan desaparecer bancos por las calles, que se enzarcen en peleas adolescentes en redes sociales, que hagan desaparecer sin saber por qué decenas de plazas de aparcamientos de residentes de un barrio castigado.
Todo es posible en Almería y sin embargo nuestros políticos nos presentan sus contingentes ocurrencias como necesarias. Y es falso, no es así. El fallecimiento de Cuerda ha venido a recordarnos que los políticos locales y nacionales y sus proyectos son tan contingentes como todos los demás. Que no nos engañen.
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