No seré yo el que niegue las ventajas de la unidad como elemento de proyección y defensa de valores o proyectos que salgan ganando con una base social más amplia y ancha. No obstante, a veces el llamamiento a la unidad se lanza para que ésta prevalezca sobre cualquier forma de discrepancia, lo que suena al maullido del gato en su encierro. Como regla general, desconfíen de quien reclama la unidad total para resolver un problema particular.
Por ejemplo, el PSOE almeriense ha empezado a pedir unidad de acción en torno al actual conflicto del campo, presentando mociones que buscan el apoyo unánime de todas las fuerzas políticas para una cuestión en la que -dicen ahora- no deben existir discordancias. Todos a una, Fuenteovejuna. Y está muy bien que los almerienses y el resto de españoles tengamos una sensibilidad especial con nuestro maltratado sector agroalimentario, pero no vayamos a olvidar que este conflicto no se soluciona con la cohesión popular, sino con la gestión inteligente del Gobierno. Pero como el multigabinete del Dr. Pamplinas está dividido entre los que no hacen nada y los que piden a los agricultores que aprieten, se han visto desbordados y piden ayuda al partido para que trate de frenar las movilizaciones como sea. Y no es la primera vez que algo así se pone en marcha. Los lectores más memoriosos recordarán cuando el PSOE almeriense pidió que el tema del agua fuera excluido del debate político, para evitar así que desde la oposición se le recordara al gobierno socialista los pésimos resultados de su política de derogar el trasvase y el petardo que han supuesto las desaladoras que nos vendieron como solución.
Lo que incomode debe estar fuera del debate, para poder seguir con el manual de estilo y acusar de “confrontador” a quien se atreva no seguir la consigna. Antes fue el agua; ahora es el campo. Pero ya verán como nunca recomiendan sacar el tema de la memoria histórica fuera del debate político. Eso ni tocarlo.
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