En 1894, Oscar Wilde publicó una breve colección de aforismos titulada “Algunas máximas para la enseñanza de los supereducados”, en la que daba pistas de lo enormemente divertido que habría sido poder tomar el té con alguien como él que, sin saberlo, estaba inventando el twitter en plena época victoriana. Y en una de esas frases breves y aceradas venía a decir que lo único que el artista no puede ver es lo obvio, mientras que lo único que el público puede ver es lo obvio. “El resultado -concluía- es la crítica de los periodistas.” Y creo que en estos momentos nada es más obvio que el diferente trato mediático y político que está teniendo la actual crisis del coronavirus en comparación con lo vivido durante el paso del virus del ébola. Obvio es señalar, lo digan o no ahora los periodistas, que el espectáculo de algaradas y furor tribal que montaron el PSOE y sus satélites mediáticos durante los días del ébola fue incomparablemente más áspero y bronco que el que afortunadamente se está viviendo en estos momentos con el coronavirus. Y es que la cosa ha llegado ahora a tal punto que debemos considerar como buena noticia que esta emergencia sanitaria haya pillado a la izquierda española en el Gobierno, porque si todo este quilombo de desorganización, improvisaciones, medias verdades y mentiras completas hubiera sucedido con un gobierno del Partido Popular, lo de las vigilias rabiosas por el perrito Excalibur sería una broma. A estas alturas, habría que contar el número de sedes del PP arrasadas por turbas de antorchistas al grito de “asesinos”. Si el oportunísimo repunte de casos se hubiera dado justo después de una manifestación pro-vida o por la unidad de España organizada por el PP, las televisiones amigas habrían emitido programaciones especiales para denunciar la irresponsable actitud del gobierno. Pero nada de eso está pasando. Será que el pancartismo demagógico no es propio de gente supereducada.
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