“¿Os habéis lavado las manos?”

Javier Adolfo Iglesias
00:51 • 19 mar. 2020 / actualizado a las 07:00 • 19 mar. 2020

¿Os habéis lavado las manos? Esa era la frase que millones de niños y niñas de los años 70 oíamos de nuestras madres a diario cada vez que nos sentábamos a comer. 


Si mentíamos, nuestro remordimiento nos chafaba la digestión, pero lo habitual era que nos volviéramos como un resorte al cuarto de baño a lavárnosla. No necesitaban nuestras madres insistir mucho o enfadarse. Lo entendíamos a la primera, “sin rechistar”. Medio siglo después, es el presidente del Gobierno el que nos recomienda, nos suplica casi, que nos lavemos las manos. Un poco extraño. 


¿Qué ha ocurrido durante todos estos años? Pues la desaparición de todo un mundo de valores, de roles, de expectativas...el mundo antiguo, en definitiva. 



El virus nos obliga a quedarnos en casa, con nuestra familia. La cuarentena nos está haciendo recordar lo mucho que habíamos perdido. 


En mi barrio de niño, en mi calle todos sabían casi todo de los demás vecinos. Los patios eran confesionarios y sistemas de solidaridad. Nos enterábamos de que la joven vecina estaba enamorada cuando oíamos una y otra vez a Camilo Sesto colarse por el tragaluz. Cuando una vez con siete años estuve a punto de morir por una mala caída recuerdo que me desperté en las faldas de la panadera de la calle con decenas de vecinas a mi alrededor. 



Esta experiencia de la cuarentena nos devuelve a nuestra profunda verdad, la de la vida. La que nos hacía compartir a la fuerza el sarampión o las paperas junto a nuestros hermanos. A oír esa palabra extraña, ‘polio’, cuando veíamos a una nueva vecina andando con dificultad. O cuando escuchábamos historias del cólera de nuestros padres en la postguerra


Pensábamos que la Peste Negra era cosa de los libros pero no, descubrimos que la historia, el tiempo y la vida están en nosotros por mucho que la burbuja ficticia digital nos haga creer lo contrario. 



Que sean los expertos y presidentes y no nuestras madres las que nos recuerden si nos hemos lavado las manos es el fin de un largo proceso de cambio escrito por pedagogos, políticos y comunicadores. Estos tres jinetes del Apocalipsis han desembocado en lo que llamo la ‘hiperrealidad comunicativa’, que ha arrasado con el tiempo y la autoridad y han roto cualquier conexión con el mundo antiguo. 


La autoridad era la cadena de transmisión del tiempo. Al obligarnos a lavarnos las manos, nuestras madres ejercían su autoridad, como la de los abuelos o los profesores. Hoy los alumnos regañan a los profesores, les afean conductas... es cierto, no exagero. 


La autoridad fue el objetivo número a batir por la pedagogía. Los políticos de los años 80 se lanzaron en sus manos y confundieron autoridad con autoritarismo. De la mano de Rousseau ensalzaron al alumno como lo más importante, con su espontaneidad, su yo interior, su fuerza romántica. Narcisismo. Los expertos tecnócratas destejieron un traje bien cosido para rehacerlo a su manera, en su interés.  Y ya recientemente, llegó el mundo digital,  ha venido a potenciar ese narcisismo rousseniano. Dejemos hablar a los que no saben. Démosles las “redes sociales” y que se crean que sepan. 


He leído a quien cree que de esta crisis saldremos cambiados, renovados. Lo dudo. Vivimos en una hiperrealidad comunicativa donde no existe el tiempo. Fíjense en lo fácil que es convertir en presente a Franco. ¿Se han fijado que en Facebook no se respeta la sucesión cronológica? Nos querían así por interés y lo han conseguido. 


La tonta del “Me aburroooooooo” desde su balcón es el síntoma. Cuando nos aburríamos nuestra madre nos decía “date con una piedra en la espinilla”. Y de ahí han salido médicos, poetas, ingenieras y artistas


“La tonta del me aburro” es el icono de esta sociedad narcisista, egocéntrica, sin vergüenza y apática que los tres jinetes de la cháchara han creado. El yo puro no existe, la voluntad pura tampoco. De ahí no sale nada. Hasta los Beatles tuvieron que copiar e imitar a músicos anteriores a ellos, como Chuck Berry y Buddy Holly para llegar a ser los Beatles


No creo que “la tonta del me aburro” llegue a cambiar. Ni siquiera que cumpla la cuarentena sin salir de su casa. Tendrá a su hijo entretenido con tablet y móvil y lidiando con su mala educación. No ha vivido los valores de la paciencia, el aburrimiento o la autoridad que nuestras madres nos dieron.


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