Dos cosas he de elogiar, entre un cúmulo de reproches, a Pedro Sánchez: una, su defensa de la forma de Estado, que es la contenida en la Constitución que él prometió defender. La otra es que nos haya dejado claro, sobre todo que se lo haya dejado claro al interesado, que Pablo Iglesias no es el 'número dos' del Gobierno, sino que lo es la vicepresidenta segunda, Carmen Calvo. Y es la señora Calvo, ahora que el presidente se nos ha ido de (pese a todo merecidas) vacaciones a La Mareta, quien ejerce interinamente la presidencia del Gobierno. Para bien, para mal o para ambas cosas.
Parece a estas alturas innecesario resaltar que las relaciones entre las tres vicepresidentas y el vicepresidente segundo no son precisamente idílicas, lo cual resulta especialmente obvio en el caso de Carmen Calvo, que ya ha rectificado a Pablo Iglesias en un par de ocasiones señaladas, la última con motivo de la 'huída' -así lo calificó Iglesias, y lo desmintió Calvo_de Juan Carlos I al extranjero.
A estas alturas, la relación de fuerzas en el seno del Ejecutivo -increíble que pueda hablarse así, como si de una guerra se tratase- arroja una mayoría de ministros en contra de las tesis de Pablo Iglesias, que permanece en el Consejo de Ministros aferrado a su dicen que buena relación con Pedro Sánchez y acomodado por el aplauso de 'sus' tres ministros, porque la cuarta, la titular de Trabajo Yolanda Díaz, no parece ya en muy buena sintonía con quien fue, más o menos, su 'jefe'.
Así, en medio de todos los errores de comunicación que se han cometido desde el Gobierno y desde la Casa del Rey, desde La Moncloa se van filtrando cosas como la 'firmeza' de Sánchez en el último Consejo de Ministros al recalcar que él defenderá a la Monarquía de Felipe VI -no a Juan Carlos I; en esto, desde el Gobierno han sido muy tajantes--.
También se nos ha sugerido que Unidas Podemos y sus terminales no cejarán en la defensa de la causa republicana, que está en el ADN de la formación morada. Lo cual es perfectamente legítimo, pero difícilmente comprensible que se haga desde el Gobierno del Reino de España.
Ignoro en qué parará esta batalla interna ya no tan soterrada en el 'sancta sanctorum' del poder político. Ha habido encontronazos, además de acerca del apoyo a la Monarquía, sobre la reforma laboral, sobre el posible apoyo de Ciudadanos a los Presupuestos, sobre las posibilidades de que el Gobierno de coalición pueda o no -que es que no_cumplir el programa con el que llegó al timón de la nación-.
Creo saber que también hay diferencias sustanciales sobre cómo afrontar la 'cuestión catalana', que este viernes se enquista de nuevo con un pleno extraordinario en el Parlamento sobre la Monarquía, que acabará sin duda en alguna resolución inaceptable para el Gobierno central o para una parte de él.
La mesa de negociación aquella entre el Gobierno central y las instituciones catalanas ha volado ya en pedazos, me parece.Y ahora todo se reduce a una magnífica relación entre Podemos y Esquerra Republicana de Catalunya, que es una pesadilla.
Y todo eso, y los rebrotes salvajes, y el rechazo de varios países a aceptar turistas españoles y a enviar turistas a España, cae hoy sobre la cabeza de una mujer que, como Carmen Calvo, ha mostrado, al menos, sangre fría y calma en las circunstancias más duras, aunque su trayectoria como 'número dos' no haya estado exenta de errores, muchos derivados de la falta de transparencia consustancial a este Gobierno.
Me pregunto si el líder de Unidas Podemos y su ministra consorte -también increíble que se puedan, y tengan, que escribir cosas así- aprovecharán la ocasión para volver a mostrar su hostilidad y distanciamiento de quien ahora, en funciones desde La Moncloa, es, de hecho y para las emergencias, la presidenta.
Ya se ve que todo son contradicciones e incongruencias en el seno de este Ejecutivo. No sé a qué está esperando Sánchez para cesar a Pablo Iglesias, la verdad. Claro que como insiste tanto en que la coalición está más cohesionada que nunca, podemos esperar, dada la confianza que las palabras del presidente suscitan, que algo de esto ocurra en cualquier momento. O no, que diría Rajoy.
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