Sueños del alba

José Luis Masegosa
07:00 • 17 ago. 2020

El alba de este lunes ha acogido a numerosos ciudadanos en plena formación tras la humana serpiente multicolor al ritmo de  “La conga de Jalisco” o de “La raspa”, esas bullangueras, animadas, tópicas y típicas composiciones que cierran nuestras, no menos tópicas y típicas, fiestas populares. Esos días tan anhelados como esperados, que visten la geografía patria de ferias y fiestas con las que se honran por doquier a patronas y patronos.


Antes de que la orquesta de costumbre, tan asidua que ya es como de la propia localidad, diera anoche por terminado su último pase y se despidiera hasta la próxima ocasión, los incansables héroes de la noche festiva han perseverado en la prolongación del divertimento, de la charanga y de la extenuación lúdica, “hasta que el cuerpo aguante”, como rezaban algunos de los programas de festejos de antaño. Una máxima que en esta edición se ha intensificado y generalizado ante el irrefrenable anhelo festivo que ha contagiado a la mayoría, tras los complejos meses de real irrealidad padecidos. 


Vibra agosto como nunca. El capricho festivo del calendario ha concentrado durante el pasado fin de semana multitud de celebraciones y festejos por toda la provincia, en una insaciable carrera de muchas ciudades y localidades para evitar la orfandad de las tradicionales y anuales fiestas del mes más festivo del año. Es agosto y el verano actúa de catalizador de sueños y deseos, aunque en muchos casos éstos engrosen la nómina de frustraciones, que haberlas las hay.



Mientras la explosión festiva invade lugares y rincones, una porción relevante de suelo español arde, allende Castilla, pacto de las llamas. Mientras el fuego abrasador extermina el medio ambiente, otro fuego más liviano, más llevadero y divertido, el de las almas festivas, corre estos días como la pólvora, de verbena en verbena, de fiesta en fiesta, pero sin quemar y sin agredir a quienes lo experimentan y gozan. Estas fiestas y saraos suelen vestir trajes similares, costumbres hermanas, aunque con señas de identidad propias. En estas calendas uno no puede resistir la tentación de curiosear en  hábitos y costumbres de  festejos patronales. De las dianas floreadas se pasa a las cucañas, y de las competiciones deportivas se viaja a las actuaciones netamente culturales y musicales, sin olvidar los festejos taurinos, los bailes tradicionales del farolillo, la patata, el de la escoba, las corridas de cintas y, por supuesto, los consabidos pregones y elección –mejor selección- de las reinas y reyes.


En este volcán celebrativo la ilusión viaja a las crónicas de provincia de “El Defensor de Almería”, de hace un siglo: “..en el real de la feria se llevaron a efecto multitud de festejos que, aunque populares, no dejaron de tener gran atractivo y de contribuir a hacer más grata la estancia del forastero. Tales son: verbenas, iluminaciones a la veneciana, paseos, etcétera, etcétera, todos ellos amenizados por la Banda municipal que dirige el popular artista don Eduardo Bautista Vilches, al cual, desde estas columnas le felicito por el triunfo obtenido…”



Al alba de este lunes aún resuenan en nuestros oídos los cláxones cercanos de las atracciones que han dibujado un mundo de colores en la bendita inocencia infantil. 


Comienza un incesante trasiego de feriantes que se aprestan a desmontar sus chiringuitos. Los obreros de sueños y trashumantes de ilusiones reinician su camino solitario y triste por donde el sendero los lleva, a otra feria, a otras plazas donde aguardan la diversión y la alegría. Hasta que el  alba de otro lunes de resaca, como el de hoy, les despierte y, como al escribidor, les descubra que este relato ha sido un sueño imposible. Acaso quede el consuelo de algunos cronistas de antaño: “Que Dios nos conceda la gracia de que en años venideros volvamos a tener el placer de presenciar esta hermosa fiesta”.




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