Sin estar en sus zapatos es fácil criticar la negativa de Pablo Casado a negociar con Pedro Sánchez los futuros Presupuestos del Estado y la renovación de órganos tan relevantes como el Tribunal Constitucional y el CGPJ.
España atraviesa por una crisis sanitaria sin precedentes -la pandemia no remite y la situación económica es crítica: 16 % de paro y miles de empresas zombis que aguantan por los ERTES. 20 meses lleva sin renovar a sus miembros el órgano del Poder Judicial. Es la cruda realidad que nos dejan la pandemia y también la polarización cainita que, por desgracia, es el rasgo perenne de la política española.
Las tensiones sociales que se avizoran pueden convertir el otoño en un infierno. La situación es tan grave como acuciante la necesidad de sacar adelante los Presupuestos que Pedro Sánchez de manera nada inocente califica de Presupuestos "de país". Una inopinada apelación al registro patriótico que, en boca de quien dice que España es un Estado "compuesto", suena a oportunismo o a cuña de la factoría que dirige Iván Redondo.
Pero el hecho es que apela al sentido de la responsabilidad del líder de la oposición con el que se verá la semana que viene tras cinco meses sin hablar con él.
A Pablo Casado ésta situación le crea un gran dilema. Es consciente de que España necesita unos Presupuestos capaces de hacer frente a los retos que ya tenemos encima pero sabe que sí el PP apoya las cuentas que pueda presentar Pedro Sánchez, mal que bien, tendremos Sánchez para rato. Y Sánchez no está solo, con él viaja Pablo Iglesias. Lo que es tanto como decir que la mala gestión de la pandemia no le pasaría factura al Gobierno de coalición del PSOE con Podemos.
Por eso, Casado exige como condición para apoyar las cuentas que Sánchez se deshaga de Iglesias. Sabe que no lo hará. Es un pedir que no encontrará respuesta porque el precario bagaje parlamentario del PSOE necesita de Podemos para seguir respirando. Así las cosas a Casado le esperan días recios de crítica por cuenta de la hegemónica coalición mediática que apoya al Gobierno. Situación que quizá atemperaría algo caso de que el líder del PP se aviniera a negociar la renovación del TS y el CGPJ. Vistas las audiencias, lo de RTVE que va camino de la irrelevancia por la manifiesta incompetencia de sus actuales gestores, al personal ya le da lo mismo.
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