La que se avecina

Antonio Casado
07:00 • 30 sept. 2020

Una ola de pesimismo documentado avanza en el sentir de la ciudadanía. Se generaliza la percepción de que la pandemia desborda la capacidad de respuesta de los poderes públicos. Sólo se discute si hay que buscar las causas en la incompetencia de los gobernantes, en la insuficiencia de medios materiales, humanos y legales, o en una combinación de ambas.


No hemos sabido o no hemos podido frenar el coronavirus. Para colmo, la politización del reto se ha hecho insoportable, hasta el punto de personalizar en el presidente del Gobierno el fracaso por estar más pendiente de cuestiones no sanitarias. Véanse la guerra de los fiscales, la inhabitación de Torra o la aversión antimonárquica en el Consejo de Ministros.


De algunos de estos desajustes ya nos alertó el propio Sánchez antes de formar la vigente coalición. Rastrear esas alertas permite situar a España y a la izquierda donde él nunca quiso imaginarlas (la maldita hemeroteca), con la mitad del Gobierno ciscándose en la Constitución y la otra mitad haciendo como si no lo viera. Eso también influye en el depresivo estado de ánimo de un españolito angustiado, pues el desplome económico anuncia un drama social cuyo consecuente inexorable será la crisis política.



La oposición va preparando el terreno. Este lunes el líder del PP, Pablo Casado, acusaba a Sánchez de complicidad con la campaña de desgaste de las instituciones llevada a cabo por Podemos. Pero la confusión se ha instalado también en el ámbito sanitario. Los desajustes en ambos terrenos generan incertidumbre en distintos ámbitos de la vida pública.


Todas las alarmas suenan como si estuvieran sincronizadas. Dentro y fuera de los hospitales. Dentro y fuera de los círculos de poder político, empresarial y sindical. Dentro y fuera de los hogares familiares, con miedo a perder el puesto de trabajo. El adjetivo "dantesca" aparece en todos los relatos sobre la situación de España, la peor desde la guerra civil en términos económicos. Pero los coreógrafos del poder nos distraen con  la sucesión de Torra.






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