Ahora que han pasado cuarenta y cinco largos años desde el lanzamiento del primer disco de Triana, se puede recordar con cierta perspectiva el fenómeno que en aquellos días supuso la ascendencia y caída del rock andaluz, un movimiento incluso previo al “café para todos” que desembocó en nuestro actual y muy caótico estado de las autonomías.
Los que aseguran que con ellos comenzó ese sub-estilo tan peculiar desconocen que llevaba ya unos años fraguándose con bandas como Smash, Storm o Gong. Incluso los hay que aseguran que con Miles Davis y su Sketches of Spain o los experimentos de Sabicas con el rockero Joe Beck empezó todo. Otros, como mi amigo el Che, van más lejos aún, defendiendo una posible conexión con Spanish Caravan, nada menos que de los míticos The Doors.
Lo que es indudable es que en ese trascendental 1975 murió un dictador y surgió con fuerza ese fenómeno; y a Jesús de la Rosa, Eduardo Rodríguez y Juan José Palacios “Tele” les tocó el papel de pilotar el buque insignia de un movimiento que durante poco tiempo pareció destinado a revolucionarlo todo, copando listas y llenando recintos.
Su primer trabajo, que se conoce como El Patio, adolece de una primitiva producción pero se compensa con dosis de virtuosismo, épicas composiciones y unas letras que exaltaban esa libertad que se divisaba a la vuelta de la esquina. La fórmula del éxito incorporaba una mezcla más o menos atinada de los modos e instrumentación del progresivo británico —incluso con toques psicodélicos—, con armonías y polirritmias inspiradas en el flamenco. Y algo fundamental que los hizo completamente diferentes a otros rockeros de la época: hacer gala de su acusado acento andaluz en un país que habitualmente obligaba a sus artistas —salvo flamencos o folclóricas— a castellanizarse casi por decreto.
En poco tiempo, y al amparo su éxito o el de Alameda, surgieron otras interesantes formaciones, algunas hasta de más calidad técnica: Cai, Imán Califato Independiente o Guadalquivir. Y sin olvidar a los únicos que han sido capaces de aguantar hasta nuestros días, los incombustibles Medina Azahara.
El prematuro fallecimiento de su líder, tras un accidente de tráfico en 1983, se podría decir que marcó también la muerte del estilo, con escasas excepciones como Zaguán o los recientes Derby Motoreta's Burrito Kachimba; pero ahora que tanto se exalta el nacionalismo en determinadas regiones de nuestro país, no estaría de más reivindicar un poco nuestras raíces andaluzas y, al menos, reconocer como estos adelantados a su tiempo supieron modernizarlas con pasión y buen tino en sus trabajos.
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