Juan Manuel Gil
22:53 • 13 dic. 2011
Treinta y cinco maneras de sentirse solo. Treinta y cinco colmillos o treinta y cinco cuentas de un rosario. Esa misma cifra una y otra vez. Quédate con ella. Puñetazos en el bazo, golpes de saliva, lametones en la espalda, cuadernos de viaje, monedas sobre una mesa, minerales agotados y animales extinguidos. Treinta y cinco en cada caso. Habitaciones de hotel, ventiladores averiados, bicicletas en la puerta, pastillas sobre una cama, leyes antinaturales, latidos desordenados y cosas importantes de las que hablar. Treinta y cinco. Esa es la idea sobre la que estamos trabajando en profundidad. Microondas, cocinas, dúplex, barrios y ciudades. Ni una más. Treinta y cinco son suficientes. Túneles, planes, riñones, hijos, heridas, secretos, bofetadas, serpientes y flores. En el fondo, Treinta y cinco maneras de sentirse solo. El último libro de relatos del escritor Juan Pardo Vidal. Treinta y cinco veces treinta y cinco. Una manera excelente de desanudarse la lengua, buscarse las cosquillas, ponerse algún remiendo y sentirse menos solo. Que es lo que este escritor consigue con esa mezcla de ternura, melancolía, ironía y malaleche; con esa manera acojonante de inventar conversaciones que tú soñaste la noche anterior; con esa serenidad y placer que imprime a la hora de contar y recontar cuentos; y, sobre todo, con ese braceo incansable contra el aburrimiento de todos los tiempos. Treinta y cinco veces este artículo, si alguien lo considerase necesario. Porque Juan Pardo, con cada libro que coloca en una librería, en un buzón o en una bandeja de entrada, me hace creer un poco más en esto de la literatura. Y, por encima de todo, en sus aledaños. Será su talento desbocado, su honestidad natural, su trabajo inevitable y su mirada literaria. Así, probablemente, hasta treinta cinco. Incluso más: será lo que tenga que ser. Pero este libro ha llegado para ofrecerte treinta y cinco ventanas desde las que asomarte o treinta y cinco patadas en el culo. Y no creo que, tal y como están las cosas, puedas rechazar ni una propuesta ni otra. Alguna cosa saldrá de todo esto. Que es, en definitiva lo que se pide y espera de la buena literatura. Cambio, desvelo, descubrimiento, mentiras, gozo, angustia, descanso y guerra. Así hasta que se agoten los anaqueles de las librerías. Así hasta que nos duelan los párpados o el culo. Así hasta treinta y cinco.
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