La acampada al raso de más de dos mil migrantes en el muelle del puerto de Arguineguín, en la isla de Gran Canaria, retrata la inoperancia del Gobierno. Cuando la realidad llama a la puerta se descubren las carencias gestoras de un equipo improvisado en el que apenas se salvan cuatro o cinco titulares de cartera ministerial .
Así las cosas, cuando se presenta una crisis migratoria como la que ahora mismo está fuera de control en Canarias les pilla por sorpresa y, lo que es peor, sin saber por dónde empezar. De ahí que todo ha sido ver en las portadas de los periódicos el hacinamiento de migrantes en el puerto de Arguineguín -sin cobertura sanitaria, sin techo, sin camas, duermen en el suelo- y empezar a mandar ministros a las islas. Ministros que se cruzan y contradicen desplazando hacia otros su responsabilidad. El de Interior y el de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones tratando de desviar la responsabilidad hacia la titular de Defensa .
La avalancha de migrantes procedentes en su mayoría de Dajla, la antigua Villa Cisneros de cuando el Sahara era una provincia española, les ha pillado por sorpresa porque al parecer confiaban en que las condiciones meteorológicas impidieran la navegación de cayucos en dirección en Canarias.
Pero los hechos son tenaces y la llegada masiva de migrantes ¡16.760 en lo que va de año ¡doce veces más que en 2019¡ se está produciendo a la vista de todos y con avisos reiterados de las ONG y demás organizaciones humanitarias. Hasta el delegado del Gobierno advirtió de la situación. Pero nada se hizo desde Madrid hasta que, ya digo, las imágenes del hacinamiento empezaron a abrir los telediarios.
La misma imprevisión, en este caso de naturaleza política, , explicaría -que no justifica - las imprudentes declaraciones del vicepresidente Pablo Iglesias reclamando la celebración de un referéndum en el Sahara poco después de que el Frente Polisario declarara roto el alto el fuego firmado con Marruecos en 1991 proclamando el estado de guerra. Estas cosas aparejan consecuencias y la precipitada visita del ministro del Interior, Grande Marlaska, a Rabat parece un intento a la desesperada para tratar de convencer a nuestros vecinos de que lo que dice Iglesias no refleja la opinión del Gobierno de España. Y que, de paso, hagan algo para frenar la salida masiva de cayucos. Misión de éxito incierto. Basta con mirar hacia Canarias para ver que los vaivenes de nuestra política exterior están teniendo consecuencias. Allí, la situación creada por la masiva llegada de migrantes está fuera de control.
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