Se lee en Shakespeare (Macbeth), que en ocasiones el Demonio nos engaña con la verdad. Me ha venido esta idea a la cabeza tras conocer la noticia del acuerdo entre España y el Reino Unido sobre Gibraltar. Sólo desde la perspectiva de quien refiere -cansancio incluido- largas horas de negociación se puede entender el entusiasmo de nuestra ministra de Asuntos Exteriores, la señora Arancha González Laya, explicando que tras el acuerdo desaparece para siempre la famosa Verja que durante tantos años nos ha recordado que el Peñón era -y sigue siendo- una base militar y una colonia británica en suelo español.
Qué desde Londres Boris Johnson haya compartido el entusiasmo de nuestra ministra da qué pensar porque lo que en relación con Gibraltar pueda ser bueno para el Reino Unido, no puede ser bueno para España. Lo que ha trascendido del acuerdo es que Gibraltar, que ya no pertenece a la UE, en su frontera con España se regirá por el acuerdo Schengen. Por vía terrestre cualquiera podrá entrar en Gibraltar sin tener que mostrar un pasaporte, eso facilita, sin duda, el tránsito de los ciudadanos de La Línea y demás españoles de la zona que diariamente van a trabajar o a realizar compras. Pero la otra parte del acuerdo es que deja en manos de las autoridades del Peñón -es decir la policía británica- el control de las llegadas por el puerto y el aeropuerto. No habrá, pues, control de la policía española en esos accesos.
Desde que el Peñón nos fue arrebatado por los ingleses llevamos años, en realidad, siglos, reivindicando la soberanía española sobre Gibraltar. Que es una de las principales bases militares británicas fuera de su territorio y en la que tienen instalado el mayor servicio de escuchas electrónicas del Mediterráneo.
A juzgar por la forma en la que ha sido presentado el acuerdo, el Gobierno español ha preferido no adentrarse en el complicado asunto de la soberanía -ni siquiera para explorar un posible acuerdo de co-soberanía- y les ha concedido a los gibraltareños, es decir a los ingleses, lo que querían. Seguir con las ventajas de cuando el Reino Unido pertenecía a la Unión Europea, omitiendo el “pequeño” detalle de que desde el uno de enero entra en vigor el “Brexit” con todas las consecuencias (desfavorables) para quienes se han ido voluntariamente y ya no pertenecen a la Unión.
Vivimos tiempos de política débil y pensamiento líquido que diría el maestro Gianni Vattimo. Lo que se lleva es “surfear” sobre los problemas, evitar en la medida de lo posible los aspectos incómodos de la realidad. Gibraltar español, es una de esas incomodidades. Sí, como proclama la ministra, el acuerdo mejorará las condiciones laborales de los españoles que viven en el Campo de Gibraltar y trabajan en El Peñón, será una buena noticia. Pero que de facto España haya renunciado a aprovechar el desconcierto del “Brexit”, para avanzar en la cuestión de la co-soberanía, tiene todo la pinta de ser un error político.
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