Recientes estudios de intención de voto realizados al hilo del primer aniversario del Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos reflejan un estado de opinión que castiga al partido de Pablo Iglesias mientras que los socialistas -aunque perderían apoyos- seguirían siendo la lista más votada.
El Partido Popular crecería en número de escaños pero seguiría siendo la segunda opción. Vox perdería apoyos pero su descenso no resulta significativo. A diferencia de Ciudadanos que según las encuestas se acercaría al umbral de la irrelevancia rozando, incluso, la desaparición. Todo lo dicho, al día de la fecha, no tiene trascendencia-política porque no hay elecciones generales a la vista pero marca tendencias. Que Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno, sea un líder político poco valorado -les superan algunos de los ministros- también es un dato relevante.
Como lo es que el vicepresidente Pablo Iglesias sea el político con menos aceptación de cuantos forman parte del Ejecutivo. En el caso de Iglesias lo llamativo es que dicha impopularidad contrasta -o quizá sea la consecuencia - de su mareante exposición mediática. Por no hablar de que los ciudadanos estén descubriendo la incoherencia de un discurso político maximalista que todo lo crítica sin ofrecer soluciones reales a los complejos problemas que tiene planteada la sociedad española. Los sondeos reflejan que Pablo Casado reforzó su liderazgo al frente del centro derecho tras distanciarse del discurso de Vox en ocasión de la moción de censura que extemporáneamente presentó Santiago Abascal. Pero no acaba de ser visto como una alternativa a corto plazo.
Lo que suceda en Cataluña el próximo 14 de febrero aunque tradicionalmente es un territorio hostil para el PP en esta ocasión servirá de laboratorio para analizar qué decisiones toman los votantes que las pasadas elecciones le dieron la victoria a Ciudadanos y a los que ahora los sondeos sitúan entre la desbandada y la decepción. En ése caladero pescarán el PP y Vox.
Puede que el PSC, con el todavía ministro Salvador Illa al frente, consiga esta vez un mejor resultado. Pero sólo sí los socialistas catalanes intentan reeditar el “tripartito” que en su día les llevó a pactar con ERC la situación tendría repercusiones políticas en el plano nacional. Sí pactar con los separatistas pasa de ser un error a convertirse en tendencia, más pronto que tarde, en unas elecciones generales, Pedro Sánchez acabará pagándolo en las urnas.
Para que llegado el momento eso suceda, el liderazgo del PP al frente de la oposición tiene que haberse reforzado convirtiéndose en una opción conservadora y a la vez centrada en la que encuentren refugio los náufragos de Ciudadanos. Y, también, quienes no soporten por más tiempo las consecuencias del aventurerismo político de Pedro Sánchez.
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