Nos dijeron que había que reajustar las expectativas... para colmarlas. Nos dijimos que peor no podía ser y que ya habíamos pasado lo más gordo... ¡Pues vale! En apenas diez días han pasado tantas cosas y tan imprevistas como no habíamos imaginado: el asalto al Capitolio; la locura desatada de un presidente de Estado Unidos; la mayor nevada en 50 años en España; las heladas que han venido después para rematar la faena climatológica; el consecuente retraso en la vacunación --además de la lentitud en muchas autonomías-- que nos iba a devolver la “normalidad”; las nuevas cepas del Covid y el desborde de los contagios, otra vez, nuevos confinamientos, los sanitarios y los climatológicos; más cierres perimetrales; la impresentable subida de la luz y el silencio de los que protestaban antes; la incógnita de si habrá o no elecciones en Cataluña y el desembarco de Illa, ministro de Sanidad a tiempo parcial en medio de la mayor crisis sanitaria de la historia y candidato en Cataluña, sin renunciar a la cartera... por si acaso no hay elecciones. Y, por si fuera poco, Pablo Iglesias sigue en el Gobierno. ¿Es que no puede salir nada bien? Y nos quedan 350 días por delante...
En serio, hay que salir de esta situación como sea. Lo que sucede es que ese “como sea” solo es posible si, de una vez, unos y otros se ponen a trabajar juntos, olvidan la crispación y las rencillas y negocian, acuerdan y pactan un verdadero Plan para la Recuperación, que trate de no dejar a nadie atrás. Esta situación es mucho mas grave que la que se encontró España en plena transición, cuando el Gobierno de Suárez y muy especialmente su vicepresidente Fuentes Quintana y su equipo fueron capaces de alumbrar los Pactos de La Moncloa que tenían una parte política, pero, sobre todo, económica. Todavía quedan algunos de los que representaron a esa generación de españoles que más hizo por la democracia, por la reconciliación y por la construcción de una España próspera, más igualitaria y con más oportunidades para todos. Entonces no contaban, como ahora, con la impresionante e imprescindible ayuda de la Unión Europea. Ni siquiera formaban parte del club que nos ha posibilitado llegar a ser una nación moderna, con plenitud de derechos y libertades. Entonces lo hicieron solos, pero unidos.
¿Y ahora? El Gobierno ya adelanta que, previsiblemente solo será capaz de “gastar” en 2021 la mitad de las ayudas que nos va a dar en este ejercicio la Unión Europea, confirmando los temores de la propia Unión sobre Italia y España. Además, ha aprobado unos Presupuestos que son irrealizables en los capítulos de ingresos y de gastos. Solo es un salto en el vacío, con los compañeros de viaje menos fiables, para mantener el poder.
Todavía el presidente Sánchez --desaparecido en esta última crisis-- está en condiciones de rectificar, de convocar en La Moncloa a los grandes empresarios, a los sindicatos, a los autónomos, a todos los partidos, a los principales operadores jurídicos y, con transparencia y publicidad, crear ese “proyecto de país”, de todo el país, para la reconstrucción y para la adecuada utilización de los recursos propios y de los fondos aportados por Europa. Sólo un acuerdo generoso, plural y compartido, que aúne el esfuerzo público y privado, nos puede sacar de esta situación.
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