Ante las cifras dramáticas de los contagios provocados por la pandemia es difícil sustraerse a la idea de que la negativa del Gobierno a la ampliación del toque de queda que reclaman varias CC.AA. es más una decisión política que el resultado de una valoración científica. La duda se amplía al observar que el defensor público de tan controvertida decisión es Salvador Illa, a la sazón ministro de Sanidad pero también candidato a la presidencia de la Generalidad. Es sabido que los comicios catalanes estaba previsto celebrarlos el 14 de febrero -en plena pandemia- circunstancia que llevó al “Govern” a aplazarlos. Un cambio que fue recurrido ante los tribunales que han desestimado el retraso.
Algunas encuestas auguran un importante respaldo a la candidatura de Salvador Illa al frente del PSC. Si el lector de estas líneas se pregunta, ¿cómo es posible que el responsable político de la criticada gestión de la pandemia que ha provocando cerca de ochenta mil muertes pueda estar bien valorado por los ciudadanos? deberá recordar que vivimos un tiempo en el que las apariencias han desplazado la percepción de la realidad de tal manera qué quien controla los medios-sobre todo los audiovisuales- crea un relato alternativo de los hechos con el que mucha gente se queda.
Dicen que el mayor activo del candidato Illa es que es muy conocido porque sale mucho en la televisión y es hombre de palabra tranquila. Es muy conocido, sí. Pero, ¿conocido por qué? ¿Por haber contribuido a ocultar la cifra de fallecidos por el covid 19? ¿Por haber dado instrucciones contradictorias y como resultado lesivas sobre la conveniencia de usar las mascarillas? ¿Por los retrasos y fallos en las compras de material sanitario?
Anticipar el toque de queda es una medida limite que precede al confinamiento y limita las actividades sociales para disminuir las ocasiones de contagio. En ése escenario es difícil defender la celebración de unos comicios por el grado de inevitable agrupación de personas que aparejan.
Visto el ritmo al que crecen los infectados -también en Cataluña- cuando más se aleje la fecha de los comicios más difícil será mantener la imagen de buen gestor de quien lleva meses al frente de la gestión de la pandemia. Quienes desde la consultoría de La Moncloa manejan el aparato mediático lo saben y de ahí la insistencia para que se celebren las elecciones sin tener en cuenta los estragos de la pandemia. El “argumentario” oficial olvida qué en su día en Galicia y en el País Vasco, para no dar facilidades al virus, se alteró la fecha de las elecciones autonómicas. Y nadie protestó. No parece exagerado decir que la negativa del ministro a cambiar el toque de queda obedece más a los intereses del candidato que a los propios de quien tiene encomendada la gestión de la pandemia.
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