Cada día, cuando ya la tarde va dando paso a la noche, contacto telefónicamente con el domicilio de mis padres, quienes, como muchos otros almerienses, en el ocaso de su vida viven su aislamiento con una entereza ejemplar. Mi madre, que es la encargada de dar las novedades, si en el parte diario todo ha marchado bien, concluye tranquilamente con una expresión que heredó de su abuela: ¡otro día echado!
Tras colgar, no puedo dejar de pensar que en la situación que nos asola, una vez más la generación de la posguerra nos marca el camino. Entre otros muchos valores, su capacidad de enfrentar sacrificios hoy con el objetivo de ganar el futuro, puede ser el referente que nos guíe para afrontar la dureza de nuestra realidad. En mi caso particular, me abrió los ojos al respecto Juan Goytisolo en una charla que impartió en la Universidad de Granada en los ochenta, donde glosando la figura de Gerald Brenan, destacó como el hispanista hacía hincapié en que, a pesar de todas sus contradicciones, la sociedad española albergaba una serie de valores de solidaridad intergeneracional que se habían perdido en la británica.
Como otros en esa época, yo me hice devoto seguidor de Brenan, cuya obra me servía de espejo de nuestra realidad, especializándome en las relaciones del escritor con Almería y su provincia. Posteriormente, como también ocurrió a muchos, me fui distanciando de su figura al considerar que se trataba de una mirada distante. Pero lo cierto es que Almería impactó tanto en el hispanista, que es muy posible que la única ficción de éxito que escribiera a lo largo de su vida esté disfrazada en forma de relato personal sobre su experiencia en nuestra ciudad.
Pero no hay que olvidar que la obra del inglés sobre la capital combina referencias a su atractivo, con una denuncia de la situación de los barrios periféricos, en los que habitaba buena parte de la población. Sin duda alguna, la situación actual ni de lejos tiene que ver con la de la época en la que nos visitó el escritor, y podemos afirmar que hemos mejorado estratosféricamente.
Sin embargo, en mi opinión existe todavía un paralelismo; el centro de la capital y las zonas litorales son un lugar de mucha calidad de vida, a pesar de la construcción de una enorme mole tras la estación de ferrocarril o la situación de la desembocadura de la rambla, pero un simple paseo por otros barrios muy cercanos a su mismo corazón, arroja una imagen muy diferente, con una densidad y un urbanismo realmente agresivos.
Sería quizás el momento de aprender de nuestros mayores y dar sentido a la situación de sacrificio colectivo, lanzando iniciativas ilusionantes que recuperen la ciudad, buscando mejorar e integrar las zonas que tienen más recorrido. En estos años, a Almería le ha faltado ese proyecto ambicioso e integrador que le haga dar el gran salto adelante y la convierta en el lugar para vivir para el que voces autorizadas dicen que reúne todas las condiciones. Aprovechando la oportunidad de los nuevos fondos europeos, deberíamos aprender de nuestros padres y plantear la crisis actual como puente hacia una Almería del futuro, algo así como una Vitoria del sur.
Quizás así consigamos que nuestros hijos y nietos recuerden a Brenan como aquel hispanista que conoció una Almería que nada tenga que ver con la que habiten.
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