Si no conociésemos -en lo que cabe, claro- a Pedro Sánchez, diríamos que, con la remodelación ministerial anunciada este sábado, la más importante en tres años, ha perdido la batalla de la coalición en un Gobierno que precisamente hace tiempo dejó de ser una auténtica coalición, concretamente desde que de él se marchó Pablo Iglesias. Porque ha mantenido a los 'herederos' de Iglesias, que patentemente eran los candidatos más proclives, por sus deficiencias gestoras, para salir del Ejecutivo. En cambio, Sánchez ha realizado una auténtica escabechina entre quienes eran sus colaboradores más directos, comenzando por la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, por el ministro de Transportes, José Luis Abalos y, claro, por Iván Redondo, que, sin ser ministro, mandaba, dicen todos, mucho más que varios ministros juntos.
En total, Sánchez ha 'despedido' a siete ministros, algunos tan 'clásicos' como la hasta ahora titular de Educación, Isabel Celaá; ha 'contratado' a otros tantos, y ha cambiado de ocupación en el Gabinete a dos, uno de ellos, Miquel Iceta, que parecía destinado a mayores tareas que el Ministerio de Cultura. No está mal el cambio: nueve sobre un total de veintidós. Pero ha dejado intactos a los ministros/as de Unidas Podemos, lo que evidencia que tratará de mantener los esquemas básicos de funcionamiento y apoyos como hasta ahora; nada de buscar colaboraciones transversales, porque su alejamiento de cualquier posible pacto con Pablo Casado parece cada vez más definitivo. Gobierno de izquierda neta. Salvo sorpresas, claro. Porque aquí ya se ve que no hay día sin sorpresa ni verdades 'redondas' asentadas para siempre.
En general, y salvando lo de Podemos, creo que el giro dado por Sánchez, prescindiendo de algunos ministros 'quemados' y potenciando a una figura 'europeísta' y moderada como Nadia Calviño, podría considerarse, aunque algo desconcertante, positivo. Veremos qué ocurre con las relaciones profesionales de la nueva vicepresidenta primera con la otra 'mujer fuerte' del Ejecutivo, Yolanda Díaz, la 'jefa' de la fracción de Unidas Podemos en el Ejecutivo... sin pertenecer formalmente a Podemos. Lo que parece evidente, con esta intangibilidad de los 'morados', es la influencia de la ascendida a vicepresidenta segunda cerca de Pedro Sánchez, fuente de (casi) todo poder. Y digo 'casi' porque ahí sigue, en la cuota de Podemos, hasta el titular de Consumo; sí, el del chuletón, ya sabe usted.
Algunos cambios eran previsibles y estaban en las 'quinielas': la titular de Exteriores, Arancha González Laya, el de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, o el de Ciencia, Pedro Duque; otros, como Carmen Calvo, estaban siendo anunciados por los medios desde hace semanas, cuando increíblemente perdió la batalla de la 'ley trans' frente a Irene Montero, pero a mí me parecía algo dudoso: ha sido muy constante la presencia de Calvo en toda la acción, pública y subterránea, del Gobierno. Se lleva muchos secretos consigo y algunas claves de esta remodelación que no son fáciles de entender.
Y casi nadie creía posible la salida de Iván Redondo, el que parecía omnipotente 'superasesor' presidencial, por muy enfadada que tuviese a la cúpula del Partido Socialista: Sánchez parecía depender demasiado de él. Pero ya se ve que el presidente ha decidido prescindir de los 'intocables' y mandar de veras, colocando a su lado como jefe de gabinete a Oscar López, otrora su hombre de confianza en el PSOE, aunque en un momento dado creyó ver esta confianza traicionada: agua pasada, que permite al hasta ahora presidente de Paradores convertirse en el posible 'nuevo Godoy', el valido de Sánchez, desplazando nada menos que a Redondo. Al tiempo, entran en el entorno presidencial fieles como José Manuel Albares, su primer asesor diplomático, que pasa a Exteriores, o Félix Bolaños, el hombre al timón de La Moncloa, que será ministro de la Presidencia.
Sánchez, sin duda pensando en próximas elecciones municipales, mete por sorpresa en su Gobierno a varias alcaldesas notables y 'muy del partido'; cambia la portavocía del Gobierno -era necesario a todas luces_ y da un viraje jurídico a la orientación del Gabinete con la sustitución de Juan Carlos Campo por Pilar Llop (hasta ahora presidenta del Senado) en Justicia: también esto era necesario, dada la vinculación personal de Campo, que ha prestado un gran servicio a Sánchez 'arreglándole' lo de los indultos, con la presidenta del Congreso, lo que provocaba un claro conflicto en la separación de poderes.
Es posiblemente pronto para saber qué alcance tendrá el cambio de caras: ¿significarán algo más que un intento por mejorar el rendimiento del equipo ministerial? ¿Hay mensajes dedicados al reparto de fondos europeos, a la negociación con el Govern catalán en busca de una 'conllevanza' con el independentismo? No lo veo, en principio, claro. Por supuesto, Sánchez no permitió preguntas de los periodistas, o sea, más de lo mismo. Así que es difícil saber más allá de lo que aquí cuento. Por supuesto, del cambio de Redondo, Sánchez, en su breve comparecencia en Moncloa, ni palabra.
Dicen que, cuando un presidente pierde a su vicepresidente, comienza su declive. Ocurrió con Adolfo Suárez y Fernando Abril, con González y Guerra, con Aznar y Rato, con el alejamiento de Zapatero y Rubalcaba. Pero lo cierto es que Sánchez sigue rodeado desde ahora de gente de confianza total, incapaz, y más ahora que ha desaparecido Pablo Iglesias, de hacer frente a su poder. El será, en todo caso, el máximo responsable de la trayectoria de este Ejecutivo, destinado, en principio, a durar todo lo que queda de Legislatura. Imposible predecir hoy con qué resultado. Sánchez, desde luego, no nos dice nada: no más preguntas, Señoría.
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