Curioso que dos Adrianas ocupasen el mismo día lugares destacados en los medios: la primera, claro, Adriana Cerezo, esa joven que a los diecisiete años logró en Tokio la medalla de plata de un deporte tan minoritario aquí como el taekwondo. La segunda, Adriana Lastra, ‘número dos’ del PSOE, nos presentaba la ponencia marco del congreso que el partido que gobierna en el país celebrará en Valencia este mes de octubre. Claro, dos personas muy distintas y distantes, a las que solo une la coincidencia en el nombre de pila; pero ambas nos plantean propuestas de futuro para España, por supuesto en campos que poco tienen que ver el uno con el otro.
Naturalmente, poco especialista soy en el deporte olímpico, y menos en ese arte marcial que, a su temprana edad, ya domina Cerezo. Pero es una baza por el futuro deportivo, que es uno de los escaparates más completos y atractivos que una nación pueda mostrar al mundo. No sé si tendremos otras muchas medallas, me hablan de la probabilidad de dieciocho, pero estoy seguro de la rentabilidad de una apuesta a fondo por las promesas en los muchos terrenos deportivos por los que los españoles transitamos en este mundo.
Ojo, que no caeré en la demagogia de decir que menos viajes sin sustancia a Nueva York y a Palo Alto por parte del hombre que encarna nuestro gobierno y más inversión en posible medallero olímpico. No: Sánchez tiene que buscar espacios que no tenemos y su rostro en las televisiones, aunque sea para decir apenas banalidades, también cuenta para la ‘marca España’, como contaría, y me temo que no ocurrirá, la presencia de Felipe VI en algunos de los eventos en Japón.
Vamos, pues, con la segunda propuesta de futuro, lanzada esta por Adriana Lastra, portavoz del grupo socialista en el Congreso de los Diputados y vicesecretaria general del PSOE: presentó la ponencia marco de su partido de cara al decisivo congreso de octubre, en el que algunos ‘veteranos’ socialistas quisieran ver una especia de refundación y un regreso a los mejores orígenes, hace cuarenta años.
De este asunto me precio de entender algo más que de taekwondo, desde luego. Lo que he leído sobre lo que el PSOE, el partido más veterano de España, pretende para sí mísmo en los próximos cuatro años me ha parecido muy lejano, desde luego, a cualquier renovación a fondo. El partido de Pedro Sánchez --porque de él es-- está muy satisfecho con lo conseguido (es comprensible si se considera apenas el logro del poder), y no acierta a ver los peligros en el horizonte, ni creo que la señora Lastra, que se desempeña con frecuencia en el mero ataque a la oposición, sea la persona más idónea para alumbrar el camino inmediato que deshaga el nudo gordiano de la asfixiante política española.
He visto en el documento muchas propuestas de (necesaria) reforma constitucional que, obviamente, serán una simple quimera si no las respalda esa oposición a la que tan frecuentemente se acusa de ‘no arrimar el hombro’, en el mejor de los casos, y de ir contra la Constitución, en el peor.
Lo más insólito en la política española es que es refractaria al pacto --por parte de la oposición también, conste--. Y hasta del entorno de La Moncloa nos hacen saber que este mes de agosto, en el que parece que van a pasar pocas cosas a la espera de los muchos tsunamis de septiembre, Pedro Sánchez no tiene la menor intención de llamar a Pablo Casado, a ver si llegan a un desatasco en la renovación del Consejo del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional, del Tribunal de Cuentas... órganos institucionales que se desgastan, no pocas veces alentado tal desgaste desde la propia clase política.
No acabo de ver claramente, en fin, los perfiles del futuro que nos propone Adriana Lastra: ojalá no se equivoquen en el envite. Así que, pensando en el porvenir de mi país en muy otras cuestiones, me consuelo ante el televisor para ver qué más nos dan en Tokio. Enhorabuena, Adriana. Cerezo, naturalmente. Cuánto me gustaría poder dársela también a Lastra, pero...
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