Llega agosto, el mes en que todo el país se paraliza. Ya no hay crisis, ni coronavirus que valga, ni otros temas sobre los que se han discutido hasta la saciedad durante todo el curso, porque es agosto y se pone el cartel de cerrado por vacaciones, como una especie de tregua que todos se dan, da igual cómo les pille.
Nosotros, en cambio, no paramos, porque aunque sea agosto, el campo no espera, no entiende de carteles de cerrado por vacaciones ni de treguas. Con suerte, descansamos tres o cuatro días para retomar fuerzas, estar con la familia y luego seguir con una tarea que es imprescindible para la sociedad, para alimentarla, sea o no agosto, porque, aunque muchos lo piensen, las lechugas no crecen en los lineales de Mercadona.
Cuando se trata de hacer balances, a veces el cerebro engaña para quedarse con lo bueno y desechar lo malo. Lo cierto es que este curso, aunque se intente ser optimista, no ha habido por dónde cogerlo.
La crisis provocada por el coronavirus, con el cierre del canal HORECA durante 2020 y la disminución del turismo han seguido lastrando muchas producciones, juntándose a esto una ley de cadena alimentaria que, aunque me podáis acusar de cansino, lo repito otra vez: no funciona.
Que la ley de la cadena alimentaria no funciona no es ninguna novedad. ¿Cuántos años lo llevamos diciendo? Y, cuando han tenido la oportunidad de poner los puntos sobre las íes, el ministro se ha puesto de perfil, porque es más fácil ceder ante la industria y la distribución, hacer el juego del trilero y quedarse en un casi o en un querer y no poder, aunque ese querer sea de boquilla. ¿Mejor que nada? Pues puede ser, pero las políticas no se deberían hacer así, pensando en que menos da una piedra.
Tenemos una PAC sobre la mesa empantanada, que se aleja del agricultor activo y reparte cheques regionales sin pensar en nada más. Confiaremos en que aún quedan unos meses antes de que se tenga que presentar el plan definitivo y que, quizá, alguien recapacite después del verano.
Y todo esto por no hablar de la falta de democracia en el campo. Que Planas no tiene ninguna intención de poner urnas, pero luego bien que se le llena la boca de democracia a él y a todo su partido. Nosotros no nos resignamos y aquí vamos a seguir.
El gran problema de este país es que no hay voluntad política, que la ruta que se ha seguido hasta ahora ha sido patada y para adelante y ojo si se mira atrás que nos podemos convertir todos en estatua de sal.
Eso sí, casi ni mencionar la sal, que Alberto Garzón ya está calentando para salir en septiembre. Después del Nutriscore (¿cómo puede un etiquetado decir que el aceite de oliva no es saludable?), del tema de que el azúcar mata, la campaña contra la carne – o, más bien, contra la ganadería – nos pilló con el pie cambiado, con datos parciales y con ataques a un colectivo que se esfuerza por hacer las cosas cada vez mejor. No era justa.
Ya lo dijimos, ni es cierto que la alimentación en España por el exceso de consumo de carne nos haga ser un país con una dieta poco saludable, ni es cierto que el poder de contaminación de una vaca se pueda comparar a la de los automóviles, pero está claro que el señor Garzón se debe a su público. Y la señora Rivera con lo del lobo, al suyo.
Suponemos que algo mismo le ocurre a Yolanda Díaz que, cada dos por tres, nos insinúa que no somos capaces de cuidar a nuestros trabajadores, que poco más que somos una versión moderna de la esclavitud y les dejamos desvanecerse de un golpe de calor.
Ese es el panorama con el que cierran por vacaciones, dando la sensación, y la certeza, de falta de apoyo total al sector productor, con ataques y criminalización continua. Ya lejos quedó el recuerdo de cuando dejamos las protestas en 2020 y nos pusimos a desinfectar las calles. Ya nadie se acuerda de que no hubo problemas de abastecimiento en los supermercados.
Falta de apoyo y, como hemos dicho, falta de voluntad política. Por eso hemos vuelto a sacar los tractores a la calle y los seguiremos sacando durante este otoño, todas las veces que sea preciso porque para construir un futuro hay que empezar por el presente.
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