Sembradores de sueños

El Club de los Libros Perdidos nació, hace una década, de la mano de Facundo Bonomi

José Luis Masegosa
07:00 • 20 sept. 2021

“!Soy para ti¡ he sido sembrado en un lugar perdido para que tus manos me encuentren, para invitarte a que formes parte del “Club de los Libros Perdidos”, leéme, disfrutame y cuando termines, libérame para que otras manos puedan acogerme. Hazme viajar, quiero soñar con tus sueños”.  Se manifestaba con plena libertad sin conocer la identidad de las futuras manos que le sostendrían, le acariciarían, le mimarían, le llorarían o le sonreirían.



También desconocía cómo serían los ojos que le escudriñarían, su color, las pupilas que se pasearían pos sus entrañas, serían femeninas o masculinas, jóvenes o cargadas de años, le hablarían o permanecerían silentes como su aparente presencia. Las interrogantes no cesarían de acudir en aquel primer momento de su nueva existencia, todo podría ocurrir, y en el peor de los casos puede que hasta quedara huérfano sin ningún  ser que hubiera tenido la fortuna de hallarle en el lugar que su, hasta entonces, ex propietario y ex compañero, le hubiera dejado.



Pero no le importaba mucho, a fin de cuentas su destino era la pérdida, el abandono de la siembra a la que pertenecía hasta que un nuevo cosechador le encontrara en plena madurez y acatase de buen  grado su rogatoria de leerlo, disfrutarlo y liberarlo en cualquier lugar del universo. Intuyo que serían algunas de las reflexiones de la dedicatoria de inicio que figuraba  en uno de los volúmenes de la primera siembra de de libros realizada en Aguadulce, el día 21 de septiembre de 2015, a iniciativa del Club de los Libros Perdidos de Granada, el único que hay en Andalucía, que fue creado y dirige Antonio Pérez, y al que se han sumado en lo que a su actividad se refiere algunas entidades como  la Asociación Cultural Wadi-al Kabir Anduxar, de Andújar,  otra de Archidona, el propio Biblimomercado de nuestra plaza de abastos, así como  numerosos establecimientos, comunidades vecinales y particulares.



El movimiento mundial de El Club de los Libros Perdidos nació, hace una década, de la mano de Facundo Bonomi, un profesor de Documentación de la Universidad Nacional La Matanza, en la provincia de Buenos Aíres. El club andaluz fue creado por Antonio Pérez, un enfermero jubilad que conoció la existencia de esta organización en un viaje a la ciudad de Granada, en Nicaragua.



La idea sedujo a su promotor, quien, tras entrar en contacto con otras personas interesadas en el mundo de los libros, comenzó una interesante y altruista labor que, tras seis años de actividad, ha puesto en la calle más de cuatro mil volúmenes y cuenta con casi medio centenar de puntos de recogida-donación, si bien las medidas de prevención sanitaria a causa de la pandemia han obligado a cerrar temporalmente los puntos de recepción-donación y a modificar la actividad. Los responsables de esta encomiable iniciativa no han cesado de relanzarla “como aportación a la sociedad para difundir, incentivar y facilitar la lectura de un modo lúdico”. 



Si el libro es objeto de diversas conmemoraciones –día del libro, día de la lectura en Andalucía, etc- en las que se desarrollan diferentes actividades, el Club de los Libros Perdidos se deja llevar por el calendario agrícola y meteorológico y al inicio de las cuatro estaciones realiza una “siembra” que consiste en dejar un libro en un espacio público –mercado, parada del  bus, un banco, una ventana, un museo, un cine- para que otra persona, a la que no se conoce, recoja el título si le gusta, se lo lleve a su casa, lo lea y lo vuelva a sembrar en otro sitio público.



Esta tarea está abierta a todas las edades y se puede desarrollar de forma individual, en familia, con amigos…No es de extrañar, por tanto, que desde una ventana a nivel de calle –Ventana abierta a la cultura que da la lectura-, al mostrador de una panadería o la mesa de un bar, cualquier lugar es óptimo para participar en esta divertida fórmula de fomento de la lectura, un método que va más allá y hace un seguimiento pormenorizado del viaje de los libros, pues no olvidemos que son libros viajeros que van difundiendo saber y conocimientos, y así vivirán siempre.



Como viven los libros infantiles y para adultos que a iniciativa del fotoperiodista Juan Ferreras se encuentran  y se llevan los vecinos de su corrala, en el número 100 de la sevillana calle de San Vicente, o como vivirán los volúmenes de temática general y de fotografía, documentos y material gráfico que este avezado y altruista lector ha donado para “sembrar” una biblioteca –inexistente, por ahora- en las antiguas escuelas de Cubo de Benavente, el pueblo de su padre, en la frontera zamorano-leonesa.


Estos no serán libros perdidos, como los que tampoco han podido “perderse” aún –por la situación sanitaria- en el inicio de este otoño encarrilado en un septiembre rebosante de efemérides literarias como bien recordara ayer el coordinador del Club andaluz –nacimientos de Laura Esquivel, Carmen Laforet, Ángel Gozález, Luis Cernuda…y aniversario de la muerte de Pablo Neruda-. No serán libros perdidos, pero, con el ruego de la pionera dedicatoria de Aguadulce, son libros que quieren viajar y soñar con nuestros sueños. Sueños que hacen posibles los generosos sembradores de libros, a fin de cuentas…¡sueños!


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