Valencia parece haberse convertido en ciudad talismán. Si hace unos días fue el PP el que cerró en la ciudad del Turia su Convención, este fin de semana le ha tocado el turno al PSOE. Las dos citas se parecen poco pero sí tienen algo en común: se trata de una demostración de fuerza que si al partido de Casado le salió bien, a Sanchez no le va a salir peor.
Desde que el secretario general del PSOE fue elegido secretario general, tras una etapa etapa traumática, el partido se había convertido en una plataforma del líder. Atrás quedaron esos intensos debates del PSOE que algunos hemos conocido para hundirse en un silencio solo explicable desde el híperliderazgo del hoy jefe del Ejecutivo. Y este ostentar el poder otorga amnesia para los agravios, silencia discrepancias y las pulsiones internas desaparecen como por arte de ensalmo.
En la cita socialista de Valencia no se trata de que Sánchez afiance su liderazgo. Hoy por hoy no hay quien le tosa dentro del partido. Ese liderazgo lo tiene asegurado. Se trata, sobre todo, de dar una imagen de unidad. Para ello, los “padres” como Felipe González o los hermanos mayores como Joaquín Almunia asistirán a la cita. Quizás Sánchez ha concluido que no conviene matar al padre, algo tan habitual en política y que los hermanos mayores dan coherencia a la familia.
Por otro lado, y así se ha anunciado, en la nueva dirección habrá mucho municipalismo, caras nuevas, más jóvenes y más mujeres y todo ello enfocado hacia las próximas elecciones municipales y autonómicas. Sabe el PSOE que ambas citas electorales son el auténtico trampolín para las generales que si bien el propio Sánchez las ha situado en 2023, nadie está en condiciones de afirmar que no pueden surgir acontecimientos que modifiquen el calendario deseado por Moncloa. Hay que prepararse para que lo que hoy es azul en los mapas, mañana se tiña de rojo.
Habrá debate sobre feminismo, financiación, estado multinivel. No es que no sean debates interesantes pero, a la hora de la verdad, de escasa relevancia práctica. Un Gobierno en minoría estará siempre sujeto a la coyuntura que sus socios de investidura quieran plantear. Pruebas de los requiebros necesarios para no perder votaciones en el Congreso son obvios, de manera que el perfil de este PSOE más cohesionado, más reconocible que quiere construir en Valencia puede quedar diluido o, cuando menos, tensionado por unos pactos y unos socios que los mayores de Sánchez no ven ni verán con buenos ojos. Sánchez quiere sentirse familia y ni sus padres ni sus hermanos mayores van a decir nada que agüe la cita del hijo y del hermano pequeño.
El Presidente del Gobierno puede ir tranquilo a Valencia y el domingo el PSOE demostrará, al igual que ocurrió con el PP, que si bien se ha convertido en un partido silente, es un partido con fuerza. Los grandes partidos pueden caer. Nada es eterno, pero los años dan fortaleza para soportar situaciones que a los nuevos partidos les haría caer como un castillo de naipes. El ser viejo tiene también sus ventajas y el PSOE es buena prueba de ello.
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