Resulta admirable ver cómo Yolanda Díaz ha convertido un fracaso --no ha podido ‘derogar’ la reforma laboral, un tema que estos días quedará visto para sentencia sin apelación--en un éxito publicitario. Vamos a oír hablar de la señora Díaz mucho esta semana, que desembocará en una ‘cumbre’ femenina en Valencia que será como el prólogo de un cartel electoral que debería preocupar más que convenir a Pedro Sánchez.
Alguna vez he contado que Santiago Carrillo, con quien mantuve frecuente contacto durante algunos años, me dijo un día: “El secreto de la supervivencia en política es no meterse en líos que no te corresponden”. Yolanda Díaz, que a veces me da la impresión de que quiere jugar un papel semejante al que el histórico dirigente comunista (o ‘eurocomunista’) desempeñó en algún momento, sigue esta máxima al pie de la letra. Da la apariencia de centrarse en los temas laborales, tratando de que los demás piensen que ella es la autora de los avances y sus rivales en el Gobierno, los culpables de que retrocedan.
Yo creo que, antes de lanzarse a disertar sobre otras cuestiones peliagudas, como, por ejemplo, el futuro que ella avizora para Cataluña, Yolanda Díaz tratará de formalizar un poco más esa plataforma a-la-izquierda-de-la izquierda que esta preparando, y que el sábado dará un primer paso en público con la comparecencia en público de Ada Colau y Mónica Oltra junto con la propia vicepresidenta y Mónica García, de Más Madrid, la triunfadora, tras Ayuso, en las pasadas elecciones autonómicas madrileñas.
Será un primer paso público cauto, al que, dicen, seguirán otros en Andalucía (con Teresa Rodríguez, de Anticapitalistas Andalucía) y en Madrid (quizá ya con Iñigo Errejón convencido de la bondad de la coalición que se prepara, puede que apadrinado todo ello por Manuela Carmena). Si lo logra, se tratará de un cartel sin duda atractivo, que se completará con los restos de Unidas Podemos, un partido que hoy aparece seriamente tocado y en el que Yolanda Díaz ni siquiera milita, anticipando acaso futuros roces, que ya se intuyen, con Ione Belarra e Irene Montero.
Claro que las dificultades que presenta esta amalgama de gentes procedentes de formaciones y parajes tan diversos van a derivar en un puzzle difícil de encajar. Y se cocina, curiosamente, desde un Gobierno con mayoría del PSOE al que la plataforma de Díaz intentaría arrebatar algunos cientos de miles de votos, para aumentar su influencia y peso en una coalición que sería renovada tras las elecciones generales, caso de que las urnas lo permitan.
Carrillo sabía, y alguna vez se lo escuché, que no iba a poder dar el ‘sorpasso’ al PSOE de Pablo Iglesias (Posse, naturalmente): demasiada historia, demasiada implantación territorial, demasiado ‘espíritu de cuerpo’. A lo que aspiraba, sin duda, era a que los socialistas considerasen al PCE de entonces “una pieza fundamental” de cara a posibles acuerdos de gobierno.
Aún es demasiado pronto para pedir mayores detalles a la aún incipiente plataforma, y más dada la prudencia que exhibe Yolanda Díaz a la hora de hablar de sus planes. De momento, la vicepresidenta trata de conseguir lo que Pablo Iglesias (Turrión, naturalmente), su mentor, no pudo: ir aglutinando desde el PCE, vía coaliciones tan peculiares como Izquierda Unida, a la ‘sopa de letras’ dispersa en fuerzas consideradas a la izquierda del PSOE. Y plantar batalla cuando llegue el momento.
Yolanda Díaz, comunista poco sectaria, tiene mucha Historia que estudiar para no repetir ciertos errores que le podrían resultar fatales. Atentos, pues, a lo que el sábado se diga y escenifique en Valencia.
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