Muñecos, niños y Elfos

La España del siglo XXI es una enorme habitación de juegos caótica, con sus juguetes rotos

Javier Adolfo Iglesias
00:31 • 16 dic. 2021 / actualizado a las 07:00 • 16 dic. 2021

El ministro Alberto Garzón ha emulado a Lisa Simpson, quien en un episodio lucha apasionadamente para frenar el éxito comercial de una estereotipada muñeca llamada Stacey Malibú.



Al final, Lisa fracasa en su activismo idealista porque las niñas siguen prefiriendo la muñeca tonta de siempre pero con un sombrero nuevo antes que a la perfecta muñeca empoderada creada por la sabionda hija de Homer. Así funciona la vida, es muy difícil someterla y conocer esto es parte fundamental del paso de niño a adulto.



Los niños hablan con sus muñecos porque la brecha entre realidad y ficción no ha cuajado aún en sus meninges. Los muñecos ayudan a los niños a hacerse adultos, a seguir reglas, a soportar el fracaso, a crear narrativas y a descubrir realidades. ¿Qué niño que no tuviera hermanas no le bajó alguna vez la ropa a la Nancy o el Nenuco para descubrir aquello oculto que no conocía? Experimentábamos nuestra propia crueldad al desmembrar Madelmanes o constatábamos nuestra pobreza familiar al no pasar jamás del Scalextric con dos curvas peladas sin más sloops ni puentes.



A Garzón se le suponía adulto y ministro y sin embargo no solo sigue hablando con muñecos sino que los pone a mitinear en una insólita huelga. El ministro habla por ellos y los alecciona a que obliguen a los humanos niños y adultos a comportarse de una determinada manera.



La ventriloquía no fue contemplada por Marx pero la de Garzón es la última herejía marxiana casi a la altura de la de Althusser. Según el ministro, los niños y niñas no son libres, están alienados y sus espontáneos “¡Me lo pido!” ante los anuncios son fruto engañoso de la ideología y la falsa conciencia; en realidad son ‘chuches de opio infantil’. Cual Lenin entre Gusy-Luz y Señor Potato, Garzón concienciará a niños y muñecos para que estos asalten El Palacio de Invierno de Elsa desde el barco pirata de los Potenkin-Mobil mientras cantan  “¡Las Muñecas Maoístas se dirigen a Igualdad!”. El Gobierno humaniza los muñecos mientras deshumaniza a los niños, como objetos de sus planes. Hace semanas y con el recuerdo emocionado del perro Excálibur ya había antropomorfizado los animales elevando la categoría jurídica de las mascotas.  



Todo este horror es parte de la infantilización de la sociedad que vivimos desde hace años. Cuando charlatanes expertos, periodistas y políticos inspirados en Rousseau, comenzaron en comandita a tratar a los niños como adultos y a convertirlos en modelos de razón humana.



Desde que comenzaron las “entregas de bandas” a los casi bebés de las guarderias, el proceso ha sido imparable. Los niños regañan a sus padres en diversos anuncios, los alumnos suspenden a sus profesores gracias a las leyes Celaá y en la reciente cumbre del clima en Londres, los líderes mundiales adultos han terminado por imitar a la infante Greta Thumberg.



Y como remate, el último anuncio navideño de los grandes almacenes españoles recuerda a aquel filme británico ‘El Pueblo de los Malditos’; los pequeños se dirigen hacia cámara proclamando “Los Niños somos Elfos’. Más terror.


Así hemos llegado hoy a la España del siglo XXI, una enorme habitación de juegos caótica, con sus juguetes rotos, desde la ‘Nancy Juana Rivas’ a ‘Emerito, el rey sin mérito’. También están los muñecos ‘Casadín, coño’ y ‘El mentiroso de la Moncloa’. En esta España de juguete los adultos juegan a repúblicas independientes, los legos y tentes democráticos solo se destruyen y el scrabble admite turba como órgano de justicia. Mientras, en una esquina, mira absorto y solo un niño callado como el de Canet, es un simple humano que quiere jugar al Estado de Derecho pero nadie le hace caso.


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