En mi estado de perplejidad por la marcha de la pandemia, una alerta en los espacios del sentido común. Por sexta vez se vuelve a hablar de un próximo “retorno a la normalidad”, después de cinco fracasos. Sexta ola, sexto canto de esperanza. Y eso quiere decir que nos hemos equivocado en cinco ocasiones. Cinco de seis. El precedente es desalentador.
De momento, el que suscribe sigue en estado de perplejidad, atrapado entre dos relatos que compiten en las esferas políticas y sanitarias. Dos planos de la realidad de difícil conciliación, aunque ambos coinciden en el tiempo y el espacio de un mismo campo perceptivo.
A saber:
Vamos con el primero. El que espera sentado el retorno a la normalidad mientras la variante ómicron hace su trabajo. Su aliado es el tiempo. Antes o después, los índices de contagio bajarán de forma tan vertiginosa como subieron. Se alimenta de la escasa agresividad de la variante. Muy contagiosa, pero de sintomatología muy llevadera.
El argumentario técnico de este primer relato se inspira en la siguiente ecuación: vacunas más contagio es igual a inmunidad. Inmunidad de rebaño, lo llaman algunos. Hasta los medios de comunicación presenten como una buena noticia que la OMS (Organización Mundial de la Salud) anticipe para dentro de mes y medio la generalización de los contagios en la mitad de la población europea.
Vamos ahora con el segundo de los relatos circulantes. Es el que, sobre la amarga memoria de casi 100.000 muertos y 8 millones de contagiados, hace sonar todas las alarmas por los crecientes niveles de ocupación hospitalaria, altas cifras de fallecidos, una tasa de contagios por encima de los 3.000 por cada 100.000 habitantes y más de media España con la cuarta parte de UCIs ocupadas por enfermos Covid.
Este segundo estado de opinión es el que se ha plantado -lo ve prematuro- ante el presunto plan del Gobierno para tratar la pandemia como una epidemia ordinaria, es decir, como una gripe común. Cuando el periódico más próximo a Moncloa lo anunció parecía un hallazgo, una innovación, pero en realidad es una adaptación a la tesis de que la variante ómicron dejará de amargarnos la vida más pronto que tarde porque las cosas ya no son como eran en marzo de 2020, cuando todos tuvimos que confinarnos en casa y solo salíamos al balcón para aplaudir a los sanitarios.
¿Pero cuál es el modelo a aplicar en el tratamiento de la Covid como una gripe común? Ah, no se sabe. Solo sabemos que se ha bautizado como “centinela” (seguimiento por muestreo, no por recuento individual, creo haber entendido). El Gobierno se ha limitado a decir que se aplicarán “parámetros diferentes”.
Atentos a la pantalla.
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