Hay que saber ponerles fin a tiempo a las fiestas para recordarlas con cariño. Como esta festiva legislatura que comenzó con aquel hit ‘No es no’ y que hoy se hace interminable. Podrían ser las vísperas de su final porque el pasado lunes, nuestro presidente hizo un ‘casado’ y confesó que le han tangado el móvil.
Nadie se explica aún qué hay detrás de esta ocurrencia de Sánchez, una revelación innecesaria hecha por el Gobierno tras la denuncia previa por sus socios independentistas de que han sido espiados por el tal Pegasus.
- “¡Que me han espiado!”
- “¡Pues anda que a mi!”.
Para darle virtualidad a este sainete, apareció el susurrante Bolaños y la sonriente portavoz Rodríguez que repitieron “transparencia, absoluta transparencia”. Sin embargo, esta “transparencia” es absurda cuando se trata de los servicios secretos de un Estado, es un ‘valor fake’. Si nuestro cráneo fuera transparente y se vieran nuestros pensamientos no podríamos hablar nunca con nuestros jefes ni cenar en navidad con la familia.
Este guateque surrealista en el que se ha convertido esta agotadora legislatura lo inició Sánchez con invitados imposibles. Había citado por igual a ‘heavys’, rumberos, punkies y amantes de la balada romántica. Así ha sido imposible pinchar música a gusto de todos y pese a todo, el anfitrión y dueño del local, no quiere encender la luz aun y convocar elecciones.
Seguirá la fiesta, Sánchez se siente como la Vartan, ‘el más bello del baile’ y cambia el single, pasa de las rápidas a las lentas, para volver a bailar ‘agarrao’ con sus socios de ERC.
La escena alrededor del Caso Pegasus también recuerda a ‘El jovencito Frankestein’, cuando el monstruo baila absorto y torpemente tras unas moscas. Años antes, en la primera versión cinematográfica, James Whale nos había enseñado su otro lado trágico, cuando el monstruo juega con una niña al borde del río.
El doctor Sánchez ve que los puntos de sutura de su Fronkostín se estaban abriendo y no le importa volverlos a cerrar a costa de ir descosiendo el Estado y hacerle una carrera a la seguridad de España. Al igual que le ocurre a la niña de la película de Whale, nuestro Fronkostin gubernamental juega con la directora del CNI y puede que al final la lance para que se ahogue y amanse así las aguas del indultado Junqueras.
El rey del baile no ha medido aún el alcance de prolongar esta fiesta con su último e inesperado single. Si ha sido Marruecos el que ha atacado el móvil del jefe de Gobierno español, éste tendrá que explicar por qué giró 180 grados y de la noche a la mañana pasó a cambio de nada a apoyar al reino alauí en su reivindicación del Sahara.
El ‘caso Pegasus’ no es nada nuevo. Es el último montaje propagandístico de los independentistas catalanes para seguir hilvanando agravios, como los que precedieron al ‘prosés’.
Los Podemos, ERC o Bildu, todos los que han demostrado su odio a España llevan años atacando sus estructuras e instituciones democráticas. Se ríen de que el Rey haga público su patrimonio; a los jueces los llaman fachas y machistas y a todos los que discrepen los mandan al infierno de la ultraderecha. A los servicios secretos que han detenido terroristas y evitado atentados los han identificado con un inmoral policía jubilado que se vende al mejor postor, y los llaman con seriedad “cloacas” o “policía patriótica”.
Ya nos dejaron Rivera, Pablo Iglesias y Casado. Faltan Abascal y el principal, Pedro Sánchez, el último y principal de los políticos gamificados, emergidos en la era de las redes sociales, estrategas, cortoplacistas, narcisistas, que hacen política a golpe de joystick, de twitter o de giro de guión.
Sánchez debería convocar ya elecciones y no alargar este baile decadente y dañino, pero sus invitados no lo dejan, quieren que lo prolongue y siga bailando absorto como Fronkostin tras las moscas.
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