Rafael Torres
01:00 • 17 mar. 2012
Solo desde la perspectiva de considerar a los ciudadanos que se manifiestan en la calle como "el enemigo", se puede afirmar que los agentes antidisturbios que protagonizaron las bochornosas agresiones a estudiantes del colegio "Luis Vives", obraron en legítima defensa. Al enemigo, como se sabe, ni agua, y si en sus filas se introdujo algún broncas que insultó a los guardias o les arrojó algún objeto, entonces al "enemigo" se le puede ya cosificar y criminalizar tranquilamente, cual hizo el otro día en el Congreso, bien que acompañándose de toda suerte de alusiones a la Constitución, el ministro del Interior.
Lo cierto es que durante las pasadas olas de frío, los estudiantes del "Luis Vives" tuvieron que dar sus clases arrebujados en mantas y edredones, pues el centro carecía de calefacción. Se ve que entre los gúrteles, los urdangarines, las visitas papales, los mundiales de Fórmula 1, los aeropuertos sin aviones, las terras míticas y demás gastos indispensables para el bienestar de los valencianos, se traspapeló el del capítulo referente al confort y a la dignidad de los escolares, o que, sencillamente, no quedaba un duro. Es verdad que con lo que costó el despliegue policial con helicóptero y todo, habría alcanzado de sobra para alimentar las calderas, pero ahí entramos en el mundo de las prioridades, y de antiguo se sabe que la derecha prefiere el orden, llamémosle así a dar palos, a la justicia.
Si un caso tan flagrante, de exceso policial, es justificado por el responsable de velar porque ningún exceso se cometa, y menos desde las filas de los servidores públicos, es que el tal responsable necesita que le recuerden quién le emplea, quién le paga y para qué. Le emplea y le paga la sociedad, y lo hace para que los malos no tanguen ni les mastiquen la nuez a los buenos, y, en modo alguno, para que la policía antidisturbios se ensañe con unos muchachos que pasan frío y salen a la calle a protestar.
Lo cierto es que durante las pasadas olas de frío, los estudiantes del "Luis Vives" tuvieron que dar sus clases arrebujados en mantas y edredones, pues el centro carecía de calefacción. Se ve que entre los gúrteles, los urdangarines, las visitas papales, los mundiales de Fórmula 1, los aeropuertos sin aviones, las terras míticas y demás gastos indispensables para el bienestar de los valencianos, se traspapeló el del capítulo referente al confort y a la dignidad de los escolares, o que, sencillamente, no quedaba un duro. Es verdad que con lo que costó el despliegue policial con helicóptero y todo, habría alcanzado de sobra para alimentar las calderas, pero ahí entramos en el mundo de las prioridades, y de antiguo se sabe que la derecha prefiere el orden, llamémosle así a dar palos, a la justicia.
Si un caso tan flagrante, de exceso policial, es justificado por el responsable de velar porque ningún exceso se cometa, y menos desde las filas de los servidores públicos, es que el tal responsable necesita que le recuerden quién le emplea, quién le paga y para qué. Le emplea y le paga la sociedad, y lo hace para que los malos no tanguen ni les mastiquen la nuez a los buenos, y, en modo alguno, para que la policía antidisturbios se ensañe con unos muchachos que pasan frío y salen a la calle a protestar.
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