Es la época de la berrea, un espectáculo de la naturaleza, dicen. Se organizan rutas guiadas en la Sierra de los Filabres para ver y escuchar a los ciervos machos bramar por el sexo de las hembras. Los humanos hacemos parecido pero con oropel, con cultura, tecnología y palabras, tantas que nos pierden.
Ahí tenemos al ‘Homo Taurinus’ Ortega Cano, quien ha desplegado su sensibilidad de bardo renacentista en celo cuando Ana Rosa Quintana le invitó a que enviara un mensaje a su actual esposa. Se levantó, dirigió a cámara y frente a ella dijo: “Mira, mi semen es de fuerza. ¡Vamos a por la niña!”. Seguro que su crisis de pareja ya está solucionada.
¿Qué romances endecasílabos no dirá este en plena cópula?No será necesario el metaverso de Zukelbers en España, donde ya nos metemos en camas ajenas a la manera de aquellos estados USA del cinturón bíblico en los que se persigue la ‘sodomía’.
La redes sociales lo han hecho tan fácil desde que aquel vicepresidente levitara mientras soñaba aplicar la disciplina inglesa a una presentadora de televisión. Ahí está también un torpe corzo cogepelotas que huye asustado por la jaurÍa digital que lo quiere cazar con invectivas moralizantes.
Hace bastantes años, cuando Pedro Piqueras mostró por vez primera un video de youtube de un suceso intrascendente en China supe que era el acta de rendición del periodismo. Los periodistas claudicaron y de paso hicieron de la necesidad virtud, encontraron en internet una fuente barata, fácil e inagotable de energía comunicativa. Y así vivimos hoy, como Sísifo, dentro de la estupidez sin fin.
Malos tiempos para la biodiversidad humana. Se cuida más al plancton y a las pescadillas que a los groseros, tontos, gilipollas, cortos, machistas, carcas, salidos, horteras, la gente con mal gusto o a los berracos machistas de colegios mayores. Son especímenes que hasta ahora aportaban un equilibrio al ecosistema humano.
Es menos dañino el tonto del pueblo que la horda de zombies pedantes que se creen ángeles sentando cátedra moral con tan solo repetir y repetir una docena de palabras como “criminalizar”, “blanquear” o “normalizar”. Los leo con mucho respeto e interés intelectual aunque mezclen ampulosas teorías metafísicas con moralinas dignas de la Sección Femenina de la Falange.
Criticar la oleada político periodística que se ha montado a cuenta de la conducta asquerosa y machista de los energúmenos del ‘Elías Ahúja’ no significa tolerarla, ni comprenderla, ni dar la espalda al problema.
Que se les aplique la norma, o la ley, que se les avergüence, que se cierren los patéticos colegios mayores si hace falta, pero por mucho que repitan que esos cabestros son potenciales violadores esto no es ‘Minority Report’ todavía.
Ya va siendo hora de exigir a esos falsos expertos con sueldo y despacho que se responsabilicen de los resultados de sus estrategias e ideas pedagógicas que desde hace quince años llevan aplicando. Sus discursos de tecnocracia moralista han ido desplazando a la enseñanza del respeto a la persona y a la idea original de igualdad.
Y sin embargo, tristemente el machismo crece entre los jóvenes impulsado por este ‘panem et circum’ digital cada vez más repetitivo y con carácter de profecía autocumplida y rentable.
Y detrás del ruido, el Gobierno se olvida de la equidad con los pensionistas, se sube el sueldo mientras nos asaetea a impuestos; los precios no paran de subir y el FMI critica las previsiones de una vociferante Calviño. Apartada la ‘Macarroni’, Abascal ofrece su esperpéntica idea de una España de función escolar con Putin y Trump en la retaguardia y Pablo Iglesias sigue relamiéndose de sí mismo como ‘influenser’. Para colmo, Salvados nos ofrece a Mario Conde como fuente moral.
Para este espectáculo, prefiero una de esas excursiones para presenciar la berrea auténtica en la Sierra de Filabres.
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