La magia negra del lenguaje

Si las palabras se hicieran sólidas al salir de nuestras bocas, unas escaparían volando y otras caerían inertes al suelo. El lenguaje nos hizo humanos pero también comenzó a engañarnos haciéndonos creer divinos. Hubo un momento hace millones de años en el que nuestro tatarabuelo primate fue a soltar su grito habitual y sin querer le salió una palabra. Entonces se inventó la mentira. La expresión de dolor, la risa de un bebé o el gemido de un amante son sonidos que nunca engañan y por ello jamás comparecerán ante un micrófono.

La Filosofía es la única disciplina intelectual que descubre, reflexiona y advierte contra la magia negra del lenguaje. Comienzo este segundo trimestre a hacerles comprender a mis alumnas que no hace falta un genio maligno para ser hechizadas por esta extraña capacidad de nuestra especie. De Gorgias, Bacon y Locke a Wittgenstein, Derrida o Rorty, los filósofos nos previenen del encanto del lenguaje todopoderoso.  

Por mucho que Pedro Sánchez y Bolaño pronuncien bajito “el prosés ha muerto” la realidad seguirá su curso sorda al impostado “abracadabra” de estos políticos lenguaraces. Fue Zapatero quien inauguró con sus “brotes verdes” la política del lenguaje que se finge magia. Llevamos veinte años pronunciando palabras vacías, hijas todas de la Pedagogía, tan inútiles y perjudiciales como “concienciación”, “derecho a decidir”, “visibilización”, “judicialización de la política”, “competencia” o “situación de aprendizaje”. Acumulando e hilando tantas palabras huecas nos alejamos de la realidad, permitiendo que aumenten los asesinatos de mujeres, la ignorancia en nuestros centros educativos o la indiferencia ante nuestra democracia.