Un acto de libertad

No soporto este verano. Me había acostumbrado a esas tardes frescas de nubes y tormentas, y de pronto llega el verano con toda su furia y me descoloca, también me aburre tanto calor. Sin embargo viene la noche y entonces sí que se puede disfrutar del cielo, mi gran pantalla, teniendo enfrente la Osa Mayor y la Menor, la Estrella polar, y las demás constelaciones y combinaciones de figuras geométricas que existen en el universo. 

Esperando siempre en el fondo una estrella fugaz para pedirle un deseo. Mi deseo es leer una novela. La empecé y la abandoné hace tiempo, y este verano la he rescatado volviendo a leerla desde el principio, pero otra vez la he aparcado al lado de la cama porque el dichoso móvil no me deja concentrarme. Es más fácil leer noticias, mensajes y estados a gran velocidad. Y la lectura requiere calma. Se trata de Vida y destino de Vasili Grossman. Una novela profunda que relata la batalla de Stalingrado, quizá la más sangrienta de la historia. 

No hace mucho escuché una entrevista con la escritora francesa y actual Nobel de literatura Annie Ernaux, y me entraron ganas de leer algo suyo. En la biblioteca municipal encontré La mujer helada. Una novela breve que espero terminar pronto, aunque también me está costando. Su estilo me resulta difícil, sin embargo transmite claramente la angustia de ser mujer y estar condicionada permanentemente por lo que se espera de ella sin tener en cuenta lo que una quiere en la vida. 

Cuando vaya a la capital me compraré El hombre joven, su última novela publicada. Me interesa conocer la relación de una mujer adulta con un hombre joven. Me la imagino llena de libertad, amor y ternura. 

Pero el mundo nunca es como esperamos y las pequeñas cosas marcan la diferencia. La noche del día de San Juan bailé al lado del Acueducto. Luego caminé sola en la madrugada.