Quién no siente la vida como una metáfora?. O quién no ha oído en alguna ocasión decir que la vida es una metáfora. Y es que cuando de metáfora hablamos nada más aconsejable que acudir a las “Metáforas de la vida cotidiana”, de Leorge Lakoff y Mark Johnson, lingüista y filósofo, respectivamente. Ambos autores sostienen que la metáfora no es sólo un embellecimiento retórico, sino una parte del lenguaje cotidiano que afecta al modo en que percibimos, pensamos y actuamos. La impregnación de nuestra lengua por las metáforas es tan intensa y tan habitual que frecuentemente pasan desapercibidas como tales. La metáfora es una de las figuras literarias más utilizadas. Se trata de una herramienta de estilo, un imprescindible recurso para tratar de describir al sentimiento más poderoso del ser humano. Nuestra esencia humana se reviste cada día de metáforas que apuestan en la ruleta del entendimiento, y con sus gozos y sus sombras navegan cuán marinos libertarios sobre los mares de los sentimientos, pero acaso el más propenso de todos sea el amor.
Este perenne o caduco sentimiento, según cada cual, puede ser de todo: noche, día, luz, música, oscuridad, magia, refugio, silencio, etc. Al respecto, Pablo Neruda nos legó una hermosa composición metafórica: “Déjame que te hable también con tu silencio/ claro como una lámpara, simple como un anillo. /Eres como la noche, callada y constelada./ Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.”
Cada día nos embriagamos de metáforas que penetran por nuestros sentidos. En ocasiones se quedan. Otras veces se van cuan viento fresco, pero siempre nos regalan un pensamiento, una reflexión. Mi última metáfora, Camélame, me llega generosa como los grandes acontecimientos, sin previo aviso y por sorpresa. Su remite se escribe con nobleza envidiable creatividad: “Dame candela de nuestros cuerpos juntos/De esa en que se arde después del camelo/Dame corazón de tu lengua hasta que se seque/Démonos un abrazo al salir/Démosle un fin a esta danza/Después del camelo/Después de la candela/Después de corazón y lengua/Después del abrazo/Después de desnudarnos en la danza/Démonos el adiós y el abrazo de quienes no mendigan”. Es la metáfora.
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