Nadie de mi tertulia ha acertado la porra de las elecciones. Ninguno de los cinco que nos jugábamos una comida, con algo de marisquito, por lo que esta mañana hemos decidido mantener el convite pero pagando a escote. Todos nos hemos quedado muy lejos del resultado final e imagino de les habrá ocurrido lo mismo en los miles de reuniones de amigos que en toda España que en las vísperas del 23J hicieron sus porras, según una tradición no escrita en las tertulias a la hora del aperitivo.
Durante la tarde del domingo recibí numerosos wasap, algunos de gente por lo general bien informada, en los que el PP no bajaba ni un escaño de los 150 y los socialistas andaban muy poco por encima de los cien. Esos tanteos se mantuvieron hasta que la apertura de las urnas empezó a repartir sorpresas a diestro y siniestro. Feijóo no iba a alcanzar el pronóstico del que nunca falla –Narciso Michavila- ni Sánchez iba a estar muy lejos del que siempre maquilla los datos –Tezanos-. Nadie daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Un veterano socialista desengañado llegó a decirme: “Con estos datos, Pedro Sánchez tendrá que dimitir esta misma noche como secretario general del PSOE”.
¿Alguien, en verdad, puede explicar lo que ha ocurrido? Porque nadie puede decir ahora que lo sabía. Encuestadores, politólogos, periodistas y tertulianos se quedaron con la boca abierta. Se les veía pasmados en las teles. Que no me vengan hoy con el cuento de que intuían este resultado contra todo pronóstico.
Desde mi punto vista, Sánchez convocó las elecciones para el 23J sabiendo que el PP quería que formar gobierno en aquellas Comunidades Autónomas en las que necesitaba a Vox. Los episodios de Murcia, Baleares, Aragón, sumados al precedente de Castilla y León, y sobre todo la inmensa torpeza de María Guardiola en Extremadura, pusieron a cavilar a millares de presuntos votantes del PP que por estar en el centro y repudiar los extremismos veían que esos pactos regionales podían tener repetición en el Gobierno de la Nación. El daño infligido por Abascal y sus posiciones ideológicas le abrió una vía de agua al electorado centrista imposible de achicar en los últimos días de la campaña. Feijóo tiene que tener muy presente este condicionante de Vox si hay repetición de elecciones. Y Sánchez tendría que fomentarlo para no hundirse como pronosticaban todas las encuestas menos la del CIS.
Ayer solo hubo un triunfo: nuestra Democracia, una de las más sólidas del mundo. Y como no hay mal que por bien no venga, me dispongo a comer a escote con mis amigos para celebrar el fracaso de la porra. Porque al final, a la hora de pagar más valen cinco heridos que un muerto.
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