Luis Cortés
01:00 • 30 abr. 2012
Hace un año, aproximadamente, publicamos en esta misma sección tres artículos sobre la nueva Ortografía (2010); en ellos, entre otras ideas, nos referimos al injusto recibimiento dado, por parte de ciertas instituciones y de la prensa en general, a una espléndida obra como es esta. Y es que a veces los árboles impiden ver el bosque.
«Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando», era una frase que se decía, mucho más que ahora, en las décadas de los cincuenta y sesenta. No nos interesa aquí si la parte inicial del dicho tanto monta … era un proverbio clásico muy anterior a los Reyes Católicos o si fue Nebrija el primero en emplearlo, y su origen, consecuentemente, estuviera en los citados monarcas. Nos ha venido a la mente su significado, «que una cosa es equivalente a otra», al escribir sobre mayúsculas y minúsculas, dado que tal idea parece pensarse en muchos casos a la hora de emplearlas. Pero cada uso tiene su solución y nunca será la del «Tanto monta». En este y en el siguiente artículo queremos ocuparnos de algunos usos ante los cuales nos sentimos inseguros ante una u otra opción. Ahora lo haremos con empleos que exigen minúsculas.
Este tipo de letra hemos de emplearlo para las denominaciones de cargos, títulos nobiliarios, dignidades, etc. Todos hemos pensado alguna vez que en tales ocasiones se emplea la mayúscula y en otros momentos hemos creído que es indiferente uno u otro empleo. Pues bien, la consulta académica (Ortografía, pág. 470) nos resuelve la duda, pues las Academias consideran que: todas estas denominaciones se escriben con minúscula: nombres de autoridades civiles, militares, académicas y religiosas como presidente, ministro, embajador, director, rector, general, rey, príncipe, infanta, duque, papa, obispo, imán, etc. La explicación está en que se trata de nombres comunes tanto cuando son genéricos: «El rector es la máxima autoridad en una universidad» o «El rey reina pero no gobierna» como cuando se trata de menciones referidas a una persona concreta: «El rey tuvo un accidente cuando fue a cazar» o «El papa visitará España en la próxima primavera».
Igualmente pasa, en cuanto al uso obligado de minúsculas, con todos los tratamientos, bien con los que preceden siempre al nombre propio: don, doña, fray, santo, sor bien con los que pueden utilizarse sin él: usted, señor/a, excelencia, reverendo, etc. Así diremos don José Padilla, fray Antonio, usted no vino ayer, su excelencia el rector está equivocado o su majestad el rey fue intervenido una vez más. La escritura con mayúscula inicial solo es obligatoria en las abreviaturas de los tratamientos; por ejemplo: D.ª, Dra.., Ilmo., Sr. o Ud. Solo en lo nombres propios es obligado el empleo de mayúscula. San Fermín (festividad de Pamplona) o Doña Perfecta (título de una novela de Galdós).
Hay también, aunque son menos, quienes dudan si se escriben con mayúscula o minúscula los nombres de los meses y de los días; usted no vacile: se ha de hacer con minúscula (miércoles, agosto, junio o lunes), así como los nombres de los cuatro puntos cardinales: (norte, sur, este y oeste) y sus posibles combinaciones (noroeste, sudeste, etc.). Solo se escribirán con mayúscula cuando formen parte de expresiones denominativas que así lo exijan, como festividades, fechas históricas, etc.: «Viernes Santo», «Plaza del Dieciocho de Septiembre» u «Hospital Doce de Octubre» (Ortografía, pág. 502).
Un tercer caso de duda, y que se escribe asimismo con minúscula, lo tenemos con la palabra que sigue a los dos puntos: «Hay cosas que no puedes olvidar cuando viajas: el pasaporte, por ejemplo»; «Hay varias oportunidades: en septiembre, en enero o en mayo». Solo cabe hablar de tres excepciones dignas de consideración que rompen la regla y que hemos de recordar. Son las siguientes: 1) Después de los dos puntos que siguen a la fórmula de encabezamiento o saludo de una carta; tras el encabezamiento: «Estimado Sr. López:» en renglón aparte, se seguirá de este modo: «En respuesta a su carta del día …»; 2) Tras los dos puntos que anuncian la reproducción
«Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando», era una frase que se decía, mucho más que ahora, en las décadas de los cincuenta y sesenta. No nos interesa aquí si la parte inicial del dicho tanto monta … era un proverbio clásico muy anterior a los Reyes Católicos o si fue Nebrija el primero en emplearlo, y su origen, consecuentemente, estuviera en los citados monarcas. Nos ha venido a la mente su significado, «que una cosa es equivalente a otra», al escribir sobre mayúsculas y minúsculas, dado que tal idea parece pensarse en muchos casos a la hora de emplearlas. Pero cada uso tiene su solución y nunca será la del «Tanto monta». En este y en el siguiente artículo queremos ocuparnos de algunos usos ante los cuales nos sentimos inseguros ante una u otra opción. Ahora lo haremos con empleos que exigen minúsculas.
Este tipo de letra hemos de emplearlo para las denominaciones de cargos, títulos nobiliarios, dignidades, etc. Todos hemos pensado alguna vez que en tales ocasiones se emplea la mayúscula y en otros momentos hemos creído que es indiferente uno u otro empleo. Pues bien, la consulta académica (Ortografía, pág. 470) nos resuelve la duda, pues las Academias consideran que: todas estas denominaciones se escriben con minúscula: nombres de autoridades civiles, militares, académicas y religiosas como presidente, ministro, embajador, director, rector, general, rey, príncipe, infanta, duque, papa, obispo, imán, etc. La explicación está en que se trata de nombres comunes tanto cuando son genéricos: «El rector es la máxima autoridad en una universidad» o «El rey reina pero no gobierna» como cuando se trata de menciones referidas a una persona concreta: «El rey tuvo un accidente cuando fue a cazar» o «El papa visitará España en la próxima primavera».
Igualmente pasa, en cuanto al uso obligado de minúsculas, con todos los tratamientos, bien con los que preceden siempre al nombre propio: don, doña, fray, santo, sor bien con los que pueden utilizarse sin él: usted, señor/a, excelencia, reverendo, etc. Así diremos don José Padilla, fray Antonio, usted no vino ayer, su excelencia el rector está equivocado o su majestad el rey fue intervenido una vez más. La escritura con mayúscula inicial solo es obligatoria en las abreviaturas de los tratamientos; por ejemplo: D.ª, Dra.., Ilmo., Sr. o Ud. Solo en lo nombres propios es obligado el empleo de mayúscula. San Fermín (festividad de Pamplona) o Doña Perfecta (título de una novela de Galdós).
Hay también, aunque son menos, quienes dudan si se escriben con mayúscula o minúscula los nombres de los meses y de los días; usted no vacile: se ha de hacer con minúscula (miércoles, agosto, junio o lunes), así como los nombres de los cuatro puntos cardinales: (norte, sur, este y oeste) y sus posibles combinaciones (noroeste, sudeste, etc.). Solo se escribirán con mayúscula cuando formen parte de expresiones denominativas que así lo exijan, como festividades, fechas históricas, etc.: «Viernes Santo», «Plaza del Dieciocho de Septiembre» u «Hospital Doce de Octubre» (Ortografía, pág. 502).
Un tercer caso de duda, y que se escribe asimismo con minúscula, lo tenemos con la palabra que sigue a los dos puntos: «Hay cosas que no puedes olvidar cuando viajas: el pasaporte, por ejemplo»; «Hay varias oportunidades: en septiembre, en enero o en mayo». Solo cabe hablar de tres excepciones dignas de consideración que rompen la regla y que hemos de recordar. Son las siguientes: 1) Después de los dos puntos que siguen a la fórmula de encabezamiento o saludo de una carta; tras el encabezamiento: «Estimado Sr. López:» en renglón aparte, se seguirá de este modo: «En respuesta a su carta del día …»; 2) Tras los dos puntos que anuncian la reproducción
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