La incipiente y locuela primavera que nos acoge, no deja de sorprender. Calendas de la la estación que siempre solían ser generosas y poblaban los aleros del alma con bandadas de pájaros que tras su periodo migratorio volvían a mi corazón herido para colmar su soledad de lealtad y fidelidad.
Pero a pesar de que desde hace algunos años los expertos observadores anuncian que su retorno del invierno se adelanta un par de semanas, y de que ya no migran, en las latitudes que habito aún no despiertan los amaneceres los pentagramas de notas palpitantes que tan cercanas me fueron otros años por estas fechas.
Hubo un tiempo, a partir de estas fechas, en el que las calles de mi vida se cubrían con vertiginosas estelas de los casi imperceptibles y anárquicos vuelos de los pájaros retornados con el trofeo de haber sobrevivido los peligrosos desiertos y mares, los mismos trazos aéreos que pregonan la llegada de la estación meteorológica que nos acoge. No sé si es falta de percepción por mi parte o despiste rutinario, pero por más que intento adivinar alguno de esos pájaros no lo consigo. Con Pedro Salinas dicen que es que “hay un solo pájaro en el mundo que vuela con mil alas y que canta con incontables trinos, siempre solo. Son cielo y tierra espejos?. Es el aíre espejo del aíre y el gran pájaro único multiplica su soledad en apariencias, y por eso hablamos de pájaros”.
En nuestro planeta viven más de diez mil especies diferentes de pájaros, asombrosos en sus formas, en sus colores, en su canto, en sus nombres. Nombres que esta primavera aguarda: mirlos, milanos, vencejos…como la última pareja perezosa que descubrí otoños pasados cuando la tarde perecía anodina y huidiza. Las dos aves volaban a gran altura, tal vez para alejarse de la crispación terrena. Bajo su vuelo, encontré a cientos de golondrinas que santiguaban el cielo de mi pueblo con ardiente fervor, en tanto que los atardeceres morían cansinos en una veloz carrera tras los crepúsculos rojizos que apremiaban hacia los desconocidos laberintos de la noche. Ante la retardada presencia de los añorados compañeros de este desventurado tiempo, me quedo con el poema de Pedro Salinas: ¿Y son ellos, …como el mar ,bandada innúmera, oleaje de alas..?. Son los pájaros.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/272358/los-pajaros