La promotora

“Los responsables de medio ambiente venden el atractivo turístico de un macro festival”

Alegoría de un edificio en construcción.
Alegoría de un edificio en construcción. La Voz
Manuel Sánchez Villanueva
19:07 • 14 jul. 2024

Una tarde de hace muchos años, me bajé del autobús en la parada del ovetense Campo de San Francisco. Por desgracia, llovía a mares y como buen almeriense ni se me había ocurrido coger el paraguas por lo que me refugié en la marquesina sin atreverme a recorrer el trecho que me separaba del imponente edificio del Instituto Alfonso II.



Allí permanecí durante un rato hasta que pasó un compañero de clase que se apiadó de mí y tras cubrirme con su paraguas, me recordó que en Asturias había que “marchar siempre con el paragüín bajo el brazo”. Yo no lo sabía en ese momento, pero acababa de iniciar una amistad de cincuenta años con el entonces aspirante a periodista y escritor Juanjo Barral.



Así, entre el verde de los prados asturianos y el azul del Cabo de Gata, hemos mantenido una larga conversación, en ocasiones interrumpida durante años. Pero si tuviera que decir qué es lo que más me ha llamado la atención de nuestras charlas, elegiría un paseo por la playa cercana al castillo de Rodalquilar, durante el cual me describió la respuesta que dio Mijail Gorbachov a una pregunta suya durante la rueda de prensa posterior a una conferencia en el Campus Internacional de Oviedo.



Dicha pregunta versaba sobre la opinión del exmandatario ruso acerca de los riesgos de la falta de control sobre la vida pública. Y, para sorpresa de todos, aquel político de talla internacional puso como ejemplo el papel que habían ejercido históricamente la literatura y el cine norteamericanos poniendo el foco en la necesidad de que la sociedad vigile estrechamente el ejercicio del poder.



Aquella narración de Juanjo, hecha con su habitual entusiasmo me impresionó mucho por varios motivos, siendo quizás el principal que yo siempre haya admirado la forma en la que, en un principio la literatura inglesa y posteriormente la norteamericana, han creado el subgénero narrativo conocido como thriller político, mediante el cual, utilizando la ficción como herramienta, se alerta al ciudadano de la importancia de analizar con espíritu crítico la gestión pública.



Hace un tiempo que no paro de recordar aquel paseo por la playa de Rodalquilar, cuando cada mañana me desayuno con las declaraciones de nuestros responsables electos más cercanos. Pues la acumulación de evidencias, tarde o temprano, te hace dar un salto cualitativo y, como bien dice el gran narrador almeriense Juanma Gil, a ojos de quienes hemos sido picados por el gusanillo de la literatura, dos personas que se cruzan en una calle y se miran son motivo suficiente para montarse una historia.



Confieso que no deja de sorprenderme la concatenación de declaraciones a favor del desarrollo turístico de nuestros regidores locales, provinciales y autonómicos. Cosa que no sería extraña, si no fuera porque los mayores apologetas de ese tema tienen a su cargo negociados totalmente ajenos a la promoción urbanística.



De esta manera, cuando uno lee que los responsables de medio ambiente venden el atractivo turístico de un macro festival en lugar de  defender el entorno por el que cobran todos los meses,  unido a que una responsable portuaria de primer orden declara a bombo y platillo que el enlosado del puerto va a hacer juego con el de un bulevar, sin ninguna referencia ni de pasada a la que está cayendo en el transporte marítimo en estos días,  convendrá el lector conmigo que no resulta extraño que  la imaginación calenturienta de un aspirante a escritor le empiece a jugar malas pasadas.


Pero si, para rizar el rizo, ante un conflicto artificial entre conservación de la naturaleza y actividad cultural, el concejal del ramo, en lugar de hacer alguna reflexión superadora sobre el tema, solo se le ocurre alegar que la zona en cuestión hacía mucho que debía haber sido urbanizada, va de suyo que el amante de la literatura concluya que, en lugar de responsables de un determinado asunto, lo que tenemos a los mandos son comerciales de una promotora turística o inmobiliaria.


Si se tratara de un mediocre como Manolo Sánchez, el narrador seguramente terminaría decidiendo que se trata de una pura casualidad, o incluso que los profesores de ordenación del territorio que hay en las escuelas de verano dejan su impronta. Pero me atrevo a aventurar que, si se tratara de John Grisham o Tom Clancy, estos autores olfatearían que lo que hay detrás es un plan oculto para imponer poco a poco y por la puerta de atrás un determinado modelo turístico masivo en una de las pocas zonas relativamente bien conservadas que quedan en el Mediterráneo Occidental europeo, decidiendo que hay suficiente material para escribir ese thriller, quizás titulado “La Promotora”.


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