Almería por Tabernas

Lo que yo consideraba un suplicio se convirtió en una hermosa aventura

La Voz
Beatriz Torres
18:19 • 07 nov. 2024

Llegué a Los Gallardos a las ocho y veintidós. El autobús que va directo a Almería por la autovía sale a las y veinticinco. Qué bien, he llegado a tiempo, me digo. No obstante, me acerco a hablar con el conductor del otro autobús que hay allí parado hasta las y media y va por los pueblos. 



Me dirijo a él muy convencida y le digo, el autobús que va directo está por venir. No, dice él, acaba de irse. Pero cómo, si no es la hora. Mira su reloj y dice, sí, son y veinticinco. Ya, pero eso es ahora y él se ha ido antes. 



Me invita a subir en el suyo y me dice que llegaremos a la capital sobre las diez y cuarto. Vale, me subo, yo tengo una cita a las y media, llegaré a tiempo, y a regañadientes entro en el autobús descontenta por el tiempo que voy a tardar por ir por los pueblos.



El viaje continúa por la Nacional 340 y se va haciendo cada vez más ameno y nostálgico. Las veces que he pasado por allí, por esas curvas en las que de niña vomitaba. Primero Los Castaños, luego Sorbas, esa pequeña Cuenca tan bella. Después atravesamos Tabernas y vemos el mercado en la plaza de la iglesia. La vida de los pueblos tan sencilla y acogedora



Seguimos y a derecha e izquierda el desierto, monumental, apoteósico, para perderse en él en una vida ermitaña, y llegamos a Rioja, a orillas del Andarax, con su toro de Osborne en la cima de un cerro, perteneciente a Benahadux, y sus casas cueva. 



Me reconfortó el viaje, lo que yo consideraba un suplicio por el tiempo perdido se convirtió en una hermosa aventura que recomiendo. Después de la consulta desayuné en una esquina del Paseo, donde siempre me gusta, y luego me fui a comprarme una novela recomendada por Pedro Almódovar “Un momento de ternura y de piedad” de Irene Cuevas, con la que comparto ser una yonki del amor y de la nostalgia.





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