El Dorado

El Dorado

José Luis Masegosa
01:00 • 02 jul. 2012

Leo en los periódicos que la Junta de Andalucía ha concedido un permiso de investigación a la empresa Basti Resources para poder buscar oro y cobre en algunos lugares de la provincia. En realidad, la concesión de esta licencia, bajo el nombre de Marcia IV, supone la ampliación de una tarea que dicha sociedad realiza en suelo almeriense desde 1996, y que con esta autorización se da luz verde a la exploración en más de dos mjl quinientas hectáreas de terrenos en los términos municipales de Abla y Las Tres Villas durante un periodo de tres años. La empresa Basti Resources, con domicilio social en el municipio granadino de Ogíjares  no actúa para sí misma  sino que está contratada por la multinacional estadounidense Auex Ventures, para la que iniciaron exploraciones en los términos de Fiñana y Abrucena, a las que han seguido otras sucesivas en Abla y Las Tres Villas, así como en Gérgal y Nacimiento.
Los términos de la información no me dejan indiferente por más que lo intento. De entrada, la noticia, así que tal, despierta cierta curiosidad no exenta de algún ápice de escepticismo, pese a que el objetivo de la promotora  americana es muy loable en tierra como la nuestra y en donde según afirman los responsables de la compañía se llevan invertidos más de dos millones de euros.  Bienvenida sea dicha inversión, aún cuando pueda ser para lucro ajeno. En algo han cambiado nuestras relaciones con los hijos del Tío Sam: antes nos “regalaban” bombas nucleares que contaminaron hasta el licopeno de nuestros tomates y privaron parte de nuestra infancia de alimentos marinos, y ahora pretenden redescubrir la riqueza de nuestro subsuelo. Esta circunstancia tampoco es novedosa: El potencial  minero almeriense es un hecho real avalado históricamente, aunque otra cuestión es la viabilidad para la explotación de los recursos que se prodigan a lo largo y ancho de  la provincia: plomo, hierro, cobalto, azufre...
Otilia y su sabia palabra
La noticia me trae  ecos de infancia en apasionados minicuentos que me hacían soñar con los buscadores de oro del río Darro, cuyas ilustraciones los presentaban  cuan barbudos enanos. La información de hoy vuela a otros cuentos que son más historia contada por la nonagenaria Otilia, quien en testimonio fílmico se aleja de la fantasía para adentrarse en los hechos que le sorprendieron una limpia mañana de verano frente a su residencia rural, allá por tierras pardas. Nunca pudo sobreponerse a los hechos contemplados desde la, entonces, inocente ingenuidad. Por los caminos polvorientos adivinó la llegada de bloques resplandecientes del preciado metal que con cuido y esmero sus portadores depositaron en una vieja mina, hoy abandonada. Según la sabia palabra de la cuasi ermitaña almanzoreña, las relucientes barras permanecen, años después, en el mismo lugar. Tal vez en estos rincones debieran fijar la atención los nuevos buscadores de oro. Tal vez sin saberlo vivamos en el Dorado.







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