Hablan las estadísticas del desempleo del periodismo con cifras negras de regulaciones, extinciones y muertes de medios y de periodistas. Dicen los expertos que nunca esta profesión había sufrido un azote tan cruento, un zarpazo tan brutal que ha dejado en nuestro país durante los últimos tiempos a más de seis mil periodistas en la puñetera calle, al relente laboral, cuando no en precarias condiciones con las nefastas consecuencias que ello lleva para la salud de la información y, por ende, de nuestra democracia. En esta tesitura convergen negros augurios para una profesión en tránsito que es víctima, como recoge en el número de verano la revista “Periodistas” , de un divorcio entre el mercado laboral y la universidad.
Ante un panorama tan aciago para el periodismo resulta alentador conocer y vivir otras realidades, como la de algunos casos de la prensa comarcal que a pesar de las dificultades sobreviven gracias a la utilización de complejas estrategias empresariales, pero sobre todo por el esfuerzo y tesón de sus gestores y trabajadores. Anteanoche compartí, junto al asesor editorial, el periodista Francisco Terrón, la entrega de una merecida placa conmemorativa a Vitaliano Fortunio, el infatigable director de El Valle de Lecrín, una publicación mensual que tiene la dicha de cumplir sus primeros cien años. Un acto entrañable y numeroso corroboró la seña de identidad de este medio con la comarca a la que sirve.
Desde 1912
A su vez, pude constatar cómo este periódico, fundado en 1912 por el cura Rafael Ponce de León, es una de las muchas cabeceras promovidas, junto a sindicatos agrarios y cajas rurales, por Luis López Doriga como instrumentos generadores de la justicia social. Esta iniciativa estuvo acompañada en el primer cuarto del siglo XX por otros proyectos “hermanos” que surgieron como respuesta al sindicalismo católico. La cooperativa creada por Ponce de León, además de promover una vida digna, alfabetizar y vender productos agrarios a bajo precio, impulsó viviendas para los ciudadanos que no podían pegar sus hipotecas (qué poco hemos cambiado en un siglo).
La publicación fue también un buen ejemplo de prensa local. Entre otras noticias, dio cuenta en 1925 de la inauguración de la central eléctrica de Dúrcal, instalación que permitió ampliar los regadíos en la provincia almeriense, principalmente en la comarca de Berja,“cuya vida agrícola e industrial se está transformando con una rapidez asombrosa”, dice la crónica, aumentando la producción de uva y permitiendo el crecimiento de la producción de “barriles, , serrín de corcho, molinos de azufre y fábricas de hielo para la exportación de pescado. Por suerte, este medio mantiene hoy vigentes sus principios fundacionales y tiene a gala su independencia y su compromiso social. Tal vez por ello, con un siglo a sus espaldas, este periódico sea uno de los supervivientes de la prensa andaluza.
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