El día l5 de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo, este país llega al paroxismo de la alegría callejera. Por de pronto el verano está ya de capa caída. Los termómetros registran sus índices más altos de calor. Recogida la mies en la eras y terminada la trilla -hoy esto solo es un recuerdo costumbrista de las familias que vuelven al pueblo- comienzan los preparativos de la fiesta del patrón. Arde España en jaranas conmemorativas donde no falta la bendición de su Santidad. Tampoco falta la corrida de toros en aquellos sitios donde todavía hay plaza. En la Iberia profunda aún sueltan animales enromados con los cuernos en llamas o se tiran cabras desde el campanario. Es la santa tradición del verano que aunque la estemos discutiendo no sé los años, los ancestros siguen bufando por nuestras calles hasta la muerte del novillo, cuando no de algún joven valiente. Estas cosas pasan en la que otro tiempo llamábamos la España rural. En la España funcionarial, encorbatada y con el sueldo rebajado, la ida y vuelta al litoral representa un aventura expedicionaria de las que contaban los historiadores griegos. Allá donde estés te deseo que no te cojan ni los incendios ni las vacaciones de nuestros políticos. No sé cómo andarás de fe, pero si cortaran la carretera para el paso de la procesión, ten un poco de paciencia y medita en la idiosincracia de este pueblo y su forma algo trágica de divertirse. Y si eres bueno y tradicionalista y rendido amante de tu tierra hasta podrás saludar desde el balcón a la comitiva donde va el alcalde y la reina de las fiestas. ¡Va por ti el Chocolatero!
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/30978/la-virgen-de-agosto