Antes ni siquiera de ver un duro, seis comunidades autónomas ya se han repartido el 95% del fondo de liquidez creado por Luis de Guindos para que puedan pagar sus cuantiosas deudas. Y el que venga detrás, que arree.
Lo peor de esas comunidades es que, en vez de disculparse por haber sido manirrotas, echan la culpa de su derroche a los demás, como Paulino Rivero, quien arguye que Canarias “no tiene la financiación que le corresponde”.
Ésa es la constante de todos los presidentes autonómicos, desde Artur Mas a Alberto Fabra: decir que sus territorios reciben menos dinero que la media española y que, claro, así no hay manera de jugar. De hacerles caso, la suma de todos los fondos percibidos por ellos debería estar muy por encima del 100%.
Aparte de la notoria falta de justicia distributiva que esto supondría respecto a otras regiones más pobres, ¿cómo se puede cuadrar semejante aritmética que va contra la tabla de sumar y contra el simple sentido común?
Eso, al parecer, no perturba lo más mínimo a nuestros políticos, que se deslizan por una progresiva pendiente de insolidaridad. En ella cabría incluir, por cierto, la airada reacción de Elena Valenciano y de la mayoría de sus colegas ante el natural propósito del ministro Wert de españolizar a los estudiantes catalanes.
Así que, si tan poco nos queremos a nosotros mismos los españoles, si tan poco solidarios somos entre nosotros, si estamos dispuestos a romper España a la primera de cambio, ¿por qué van a tener que ayudarnos con sus impuestos los holandeses, los alemanes o los austríacos?
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