La banca ética

La banca ética

Andrés García Ibáñez
20:17 • 26 oct. 2012

Cuando confiamos nuestro dinero a un banco pensamos siempre en términos de rentabilidad. Si hacemos un depósito a plazo fijo sólo nos interesa saber que entidad nos dará un mayor interés al vencimiento. Y siempre acabamos haciendo el depósito en el banco que más incrementa nuestros ahorros. Nunca se nos ocurre preguntar a la entidad: ¿A quién vais a prestar mi dinero?, ¿para qué va a servir mi dinero?


La respuesta a estas preguntas es descorazonadora y crudelísima. El mundo de las finanzas no tiene escrúpulos a la hora de dar créditos ventajosos; siempre apuesta por aquellas empresas o multinacionales que generen el máximo beneficio. Y por lo general, estas empresas vulneran sistemáticamente los derechos humanos, el desarrollo sostenible y el medio ambiente. La mayoría de los ciudadanos ignoran que existe, en menor medida y con menor presencia, una banca ética. Una banca que, sin olvidar la rentabilidad financiera, apuesta en primer lugar por una rentabilidad social y medioambiental, apoyando a empresas, iniciativas e ideas que luchan por una sociedad más humana y más justa, por una vida mejor para las personas. Bancos que otorgan créditos a empresas que trabajan por el precio justo, por el trabajo en condiciones dignas y por los valores de conservación del territorio, o que prestan un servicio cultural a su entorno; casos que respetan siempre los derechos humanos en todo lugar y momento.


Las primeras bancas éticas surgieron en los sesenta de los colectivos ecologistas y pacifistas; en 1960 apareció ASW Bank en Holanda, en 1976 Grameen Bank en Bangladesh, pionera en los microcréditos. En España opera Triodos Bank –entidad fundada en los ochenta- desde septiembre de 2004.




La banca ética y sostenible hace de la transparencia su seña de identidad en cuanto a funcionamiento interno; da puntual información de todas sus actividades y donde y como se trabaja su dinero. Quedan fuera de su ámbito aquellos sectores que crean productos no sostenibles, entendiendo como tales a la industria armamentística en todas sus variables, la energía nuclear y las sustancias nocivas para la naturaleza, el tabaco, la pornografía, la industria peletera, las máquinas y juegos de adicción, y toda producción alimentaria –la inmensa mayoría- cuya materia prima proviene de una explotación agrícola y ganadera intensiva que no respeta los derechos de los animales y contamina el medio ambiente. Quedan también excluidas toda colaboración con dictaduras o similares y la experimentación con animales ajena a la medicina.


Depositando nuestro dinero en un banco ético obtendremos un menor interés –la mitad, más o menos, de un banco ordinario- pero ayudaremos a levantar un mundo más justo y coherente.






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