Los que durante años abjuraron del sentido y propósito de la Faluca varada ahora frente al Auditorio, habrán de tragarse sus palabras y admitir su error. Por si no lo saben, la nave califal construida con motivo de los Juegos Mediterráneos sirve en la actualidad de hogar a una pareja de intrépidos practicantes de la inmobiliaria alternativa que la han ocupado por toda la popa. Al igual que en su día otra pareja de perspicaces allanó –e incluso amuebló con un coqueto sofá- uno de los torreones de la muralla de San Cristóbal, los perroflautas almerienses parecen saber llevar al extremo el famoso lema de “Bienvenido a la República Independiente de Tu Casa”, enlazándolo históricamente con la República Marítima de Pechina que ya en el S. VII empleaba barcos parecidos. En este sentido, servir de cobijo a unos menesterosos y que el hecho haya permanecido fuera del conocimiento público no hace sino responder al espíritu de los primeros navegantes faluqueros, pues como dice el Corán, “Bueno es manifestar las buenas obras, pero todavía mejor ocultadas y derramadas en el seno de los pobres.” Así, es casi milagroso que después de su breve servicio náutico (jamás una botadura estuvo tan próxima al naufragio) y su cuestionable destino ornamental, haya sido el residencial el uso más aprovechable del bajel.
El problema es ahora su desalojo/abordaje. Si los ocupantes son avispados podrían subir a cubierta y, como la pandilla de “Verano Azul”, cantar eso que “del barco de Chanquete no nos moverán”, etcétera. Entre los fans de la serie y las plataformas antidesahucio, me parece que no los saca de la Faluca ni la Infantería de Marina
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