El 28 de febrero de 1.980 el pueblo andaluz hizo historia, sentimos la necesidad vital de ser los dueños de nuestro destino, de nuestro futuro como pueblo, y así lo expresamos alto y claro: Queríamos ser igual que el resto de territorios de España.
Los andaluces nunca hemos querido ser más que nadie, pero siempre hemos tenido muy claro que no íbamos a permitir a nadie que nos hiciera ser menos - como la derecha quería que continuáramos siendo – de ahí que les sentara tan mal la conquista de nuestra autonomía plena. Hasta tal punto que aún hoy, 33 años después, siguen sin digerir la voluntad de los andaluces, cada vez que ésta se expresa.
La ilusión colectiva, la causa común de construir una nueva Andalucía, próspera y solidaria, ha sido la llama, el hilo conductor de cada avance, de cada logro, de toda la profunda transformación que ha experimentado Andalucía para llegar a ser la tierra moderna que mira de tu a tu a cualquier parte del territorio de España y de Europa. Fue el reto que asumimos entonces, y la transformación de cada pueblo de Andalucía es la prueba de lo conseguido con el esfuerzo colectivo de todos.
En todos estos años ha habido una constante por parte de aquellos que no creyeron nunca en una Andalucía libre e igual que otras regiones de España: La colocación de continuos obstáculos en el camino que quería la mayoría del pueblo andaluz. Lo hicieron en 1.980, lo hizo después Aznar y lo hace ahora Rajoy. Hace 33 años el pueblo andaluz conquistó su futuro, por la fuerza de la democracia, de los votos, por la fuerza de la unión de todos los que creíamos que era justo, que era posible y que estaba al alcance de nuestra mano. La derecha de entonces no pudo con los andaluces y ahora Rajoy tampoco va a poder, como no ha podido Javier Arenas.
Hoy la profunda crisis económica, social, institucional y de valores o principios que afecta a la sociedad contemporánea, nos obliga a todos los andaluces a recuperar la ilusión colectiva, haga la derecha lo que haga, decida sumarse o no. La fuerza de todos debe unirnos en una gran causa común, que no es otra que superar todas las manifestaciones de la crisis a lo largo y ancho de todas las provincias y pueblos que somos Andalucía.
Desempleo, exclusión social, pobreza, perdida de derechos sociales, retroceso en sanidad, educación o dependencia, divorcio entre pueblo y políticos, deben ser los nuevo retos a superar y que debemos asumir en este momento.
Hoy se repite de nuevo esa triste y vieja historia de poner palos en las ruedas a los andaluces y se hace de manera cruel y en el peor momento. Los que no querían la autonomía plena para Andalucía hoy van contra la autonomía política, atacando la autonomía financiera.
Dar más dinero a unas comunidades que a otras con el fondo de liquidez autonómico; desarrollar planes de empleo en unas regiones y no en Andalucía o tratar de impedir medidas de ahorro que no restringen derechos, como las subastas farmacéuticas, son claros ejemplos de cómo la derecha pretende hacer realidad su viejo sueño de que los andaluces no tengan los mismos medios que otros territorios a la hora de gestionar su futuro o, lo que es lo mismo, a la hora de afrontar la salida de la crisis.
Por eso, ahora -igual que en 1.980- la reacción de toda una sociedad unida, con la ilusión, con la fuerza y el convencimiento que nace de la indignación que provoca toda manifestación de injusticia o desigualdad, debe llevarnos otra vez a hacer historia.
Un pacto por Andalucía, donde todos pongamos nuestro esfuerzo al servicio del interés colectivo, es una buena forma de empujar para alcanzar la meta de la superación de la crisis y la continua transformación de nuestra tierra. Si entonces lo conseguimos, si en estos años lo hemos conseguido, hagamos de nuevo historia ahora.
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