Cuando los últimos no deben ser los primeros

Cuando los últimos no deben ser los primeros

Pedro Manuel de La Cruz
23:08 • 09 mar. 2013

La petición de los partidos y sindicatos para que se reúna la Mesa de las Infraestructuras responde a todos los aspectos que conforman la lógica con que debe actuar un colectivo multisectorial que, por pervivencia (más de quince años de historia), ya es casi una institución respetada por su pasado y respetable por su necesidad de presencia en el futuro. 


La situación por la que atraviesan algunos de los proyectos pendientes- Autovías con Málaga o el Almanzora- o el riesgo cierto de la eternización de otros- la llegada sin fecha de la Alta Velocidad- hacen conveniente el encuentro. La confusión generada de forma innecesaria en torno al soterramiento- sólo a la torpeza puede imputarse el debate de las últimas semanas- es otro elemento de contradicción que podría encontrar en la reunión solicitada alguna posición compartida en la que los argumentos sustituyeran al ruido. El reportaje informativo que Lola González publica hoy en las páginas de apertura de éste periódico demuestra que atravesamos una etapa peligrosísima de impasse ante la que no debe responderse con la ausencia de acción y presión reivindicativa. Si fuimos los últimos en llegar a casi todo, no debemos ser los primeros en que casi todo se paralice.


Nunca estuvo en la vocación de la Mesa la opción de sustituir el objetivo de los partidos y, mucho menos, de las instituciones con capacidad reglada de decisión; por tanto tampoco sería razonable concederle, para bien (por los logros) o para mal (por los fracasos), una capacidad ejecutiva de que la que carece. Sus reuniones solo propician la posibilidad de que representantes de partidos y organizaciones sociales mediten y fiscalicen, desde posiciones políticas o ideológicas distantes, aquellos proyectos que, por su interés compartido, afectan al presente y al futuro de la provincia. En esa misión su objetivo siempre se ha cumplido. 




Cuando a mediados de los 90 se constituyó por primera vez la Mesa tenía la misión de promover, presionar y fiscalizar la conexión de la provincia con el resto de España por autovías y ferrocarril, la realización de las obras hidráulicas necesarias para acabar con la escasez milenaria de agua y la llegada del gas a nuestra geografía. Salvo en la conexión ferroviaria, los otros objetivos están alcanzados o cercanos a su consecución. Es verdad que quedan tramos de autovía por recorrer y que el gas, que ha llegado, pasa de largo por nuestra geografía, (aunque por falta de demanda local, no por obstrucción de la empresa transportadora). También es cierto que quedan pasos por dar en la optimización de los recursos hídricos generados mediante el trasvase del Negratín o las desaladoras. Pero, con todo, lo avanzado desde 1995 hasta ahora es manifiestamente notable. ¿Que se podía haber hecho más?, sin duda; ¿Qué se debía haber hecho más rápido?, de acuerdo. 


Almería no es ya una isla unida con el resto del país por carreteras que alejan más que acercan, ni el agua sigue siendo, como lo fue durante mil años, nuestro principal problema. Las cosas hay que mirarlas siempre con perspectiva, y el voluntarismo de querer para ayer lo que pedimos hoy es una enfermedad infantil que solo conduce a la melancolía del fracaso. 




Las carencias de siglos no se eliminan en un día y los grandes proyectos (como las autovías, el AVE, el agua y el gas) no son, por su complejidad de realización o por su dificultad financiera, aspiraciones alcanzables desde la urgencia entendible pero irrazonable de la inmediatez.


Ahora que está tan de moda- y con tanta razón- criticar a la clase política, es necesario reconocerle (que no agradecerle: para eso están y para eso les pagamos), su influencia decisiva en los logros alcanzados. He aludido a los políticos y a sus gobiernos, no a la Mesa que, obviamente, carece de facultad ejecutiva o decisoria. Pero sería cicatero ignorar que, desde su puesta en funcionamiento, aquellas demandas iniciales han ido acercándose. ¿Casualidad? La Mesa no habrá sido decisiva, pero sí importante. 




Porque es importante – y lo va a ser más en el futuro- la existencia de organismos en los que confluyan no sólo los partidos, sino sectores importantes de la sociedad civil. Los partidos están en crisis porque la Política se le ha dejado sólo a los políticos. La Política es de todos y somos todos, a través de organizaciones sociales sectoriales o multidisciplinares, los que habrán de devolverle la credibilidad perdida. 


La Democracia no es un día de voz a través del voto y cuatro años de silencio. La Democracia se construye día a día, decisión a decisión, y la búsqueda de lugares de encuentro es el mejor antídoto contra la tendencia irresistible que los partidos sienten hacia el canibalismo tribal (oposición a todo lo que proponga el adversario, lleve o no razón). La división social en tribus ideológicas, sociales o económicas ha sido arrasada por el viento de la historia. El futuro no se construye desde la secta, se levanta desde el consenso. Por eso hay que potenciar aquellos lugares donde Las voces se oigan más que los ecos.


La paralización de los proyectos pendientes que ha traído consigo la crisis hace más necesaria aún la pervivencia de la Mesa de las Infraestructuras. Porque no hará milagros, pero sí contribuirá a que la sociedad civil o, al menos, parte de la sociedad civil, pueda compartir un escenario de reflexión en una época en la que el entendimiento mutuo es la principal arma de las reivindicaciones compartidas. Aunque muchos de ellos no lo crean, el PP almeriense será más fuerte en Madrid si a su presión suma la del resto de organizaciones políticas y sociales, y el PSOE tendrá más peso reivindicativo en Sevilla si añade la presión de esas mismas organizaciones. La capacidad de presión es directamente proporcional a la unión de las fuerzas que la propician. Y la Mesa siempre ha sido un buen punto de partida.



Temas relacionados

para ti

en destaque