Mi retina no puede sino recordar un gran edificio rojo junto a las vías del tren al cruzar al otro lado de la ciudad para visitar a mi abuela en la calle Soldado Español, o para ir a “Almería” a cualquier gestión familiar. El Toblerone es parte de lo que somos y de lo que fuimos, un trocito más de nuestras señas de identidad como ciudad que esta semana se apresuran a demoler sin dar unas explicaciones convincentes.
Comenzaron sin cartel de obra que lo anunciara, sin consensuar toda la operación urbanística de la zona en la que se encuentra este edificio singular, sin informar a la ciudadanía ni al resto de sus representantes municipales, liberando polvo y partículas de hierro y minerales pesados….
Teniendo en cuenta que el ochenta por ciento del suelo afectado por esta actuación es público, parece que el alcalde debería dar explicaciones y no despreciar a los almerienses, alguien debe parar tanto despropósito.
Es incomprensible este repentino acelero por deshacerse del silo de mineral. El Partido Popular decidió hace meses relegarnos, mientras apoya actuaciones ferroviarias para Granada, Barcelona o Murcia; por eso, nuestro alcalde manifestó que no ve prioritario el soterramiento y la conexión con el puerto, entonces ¿por qué la prisa con el Toblerone?, además cree que “no se puede pedir lo imposible”, ¿nos merecemos un conformista por alcalde?
No es lógico que el alcalde de nuestra ciudad ignore que el soterramiento y la llegada del tren hasta el puerto, así como el tren de Alta Velocidad (AVE) para Almería son elementos que ayudarían a la reactivación económica de la provincia, más allá de la especulación y el ladrillazo.
Pero parece que esto se desvanece como se desvanece el Toblerone estos días, como si de un gran trozo de chocolate expuesto al sol se tratase.
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