La tradición de la fiesta de la trilla

La tradición de la fiesta de la trilla

Kayros
22:04 • 12 jul. 2013

Ya he  dicho otras veces en estas columnas que los sábados  me los  reservo para tratar en ellas sobre asuntos menos conflictivos y hasta un pelín nostálgicos. 


Es  un modo como otro de darle un descanso al corazón de la tralla que da la vida. Así, hoy me apetece hablar de esa fiesta de la trilla organizada por una institución hotelera  en la localidad alpujarreña de Laujar de Andarax.


Aquellos que no hayan tenido una infancia  obrera y campesina, anterior a la mecanización, no podrán calibrar en toda su dimensión el valor antropológico del inmediato pasado. 




En algún museo de etnología, de los que puso de moda el boom de las autonomías,  pueden ver todavía  algunos de los utensillos empleados entonces, el trillo de cuchillos cortantes, las orquetas, los sombreros,  en fin, los diversos  recipientes para recoger y guardar el trigo.  


Los años, por suerte, tienen  el mérito de idealizar las cosas y hoy las escenas de trilla se convierten en una fiesta con entradas numeradas como en las corridas de los toros.  Quién les iba  a decir a aquellos piratas berberiscos que asolaron las costas del Mediterráneo que se convertirían en héroes mitológicos de nuestros niños. Ahora nuestros pequeños duermen con las historias de John Sillver El Largo de “La Isla del Tesoro”  y otro tanto podríamos decir de las leyendas del lejano Oeste. Para mí al menos, las labores tradicionales de la trilla resultaban próximas a una fiesta  coincidiendo con las vacaciones del verano y la cercanía de la feria.  




Nuestros padres nos hacían dar vueltas en el trillo, un instrumento de peligrosos rodillos con  aspas de acero cortante. Al terminar la tarde, si la paja estaba ya cortada  y  corría aire propicio se procedía a aventar el grano, si no, había que quedarse esa noche a dormir en la era  con gran jolgorio de toda la chiquillería. 


En esas veladas campestres, durante la cena,  el abuelo nos contaba historietas bajo la luna. A lo  lejos ladraban los perros y siempre había algún gracioso vestido de fantasma  haciendo e xtraños ruidos para que nos fuésemos a dormir .





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